…..Vestidos los dejó de su hermosura”

Jn 6. 1-15 [i]

 

Todo instante de nuestro cuerpo nos actualiza en nuestra propia existencia porque nos actualiza la vida, porque sentimos la tierra, porque nos conecta con la realidad. Llama la atención que para cada contacto realizado con el cuerpo: con la hierba verde, con un árbol,  con la tierra, sugiera imágenes mentales que remitan a un  estado de intimidad y conexión. Una experiencia sensible en la que nos sentimos afectados por el encuentro con alguien,   con algo, encuentro súbito entre seres humanos y lugar, donde sufrimos vértigo, angustia, asombro, catarsis, intimidad profunda, lo vivimos con el cuerpo. Algo de esto debió de vivir Jesús con sus discípulos en este evangelio de Juan en el que se nos narra que Jesús “se retira al monte después de cruzar a la otra orilla del Tiberiades, y allí se sentó con sus discípulos”.

El monte, la montaña, te reconcilia con tu ser. Me evoca recuerdos perfumados de flor de espino, cantueso, tomillo, menta, violeta, el trigo, la hierba.  ¿Sorpresa, curiosidad, admiración, cobijo, escondite, libertad? De pequeña recorría las montañas de mi pueblo, las humildes montañas de mi pueblo que me proveían de toda la experiencia de ser y de comunión con la vida como ninguna otra cosa. Las transitaba a ellas y a sus cuevas ¿Cómo un reto, cómo un esfuerzo, cómo un paseo, cómo un  refugio, cómo una  experiencia de libertad? Siempre con curiosidad,  con admiración y gozo de su belleza. Ahora que leo este evangelio las recorro en mi memoria como una oración, con una gratitud infinita.

“Gocémonos amado,

 Y vámonos a ver en tu hermosura

 Al monte y al collado, do mana el agua pura;

 Entremos más adentro en la espesura” San Juan de la Cruz

Recrea este evangelio el encuentro del ser humano con la naturaleza y, entre ellos; de los seres humanos juntos, con Dios. Dice el evangelio que «había yerba abundante” Y resalta sobremanera la conexión de Jesús con la necesidad humana de comer y de comunicar,  de belleza y, la necesidad humana de buscar a Dios. Le seguían 5000 hombres sin contar mujeres y niños”  

Primero se va al monte con sus discípulos ¿buscaba Jesús encontrarse con Dios? tal vez buscaba su ser más íntimo,  tal vez buscaba paz y belleza para encontrarse en la amistad con sus discípulos y con los que le seguían. Estaba claro que buscaba disfrutar porque se sentó con ellos ¿anticipaba el ágape, la celebración, la comunión? El monte evoca la comunicación con el cielo y su cercanía, la soledad, la serenidad, el retiro, la espiritualidad; también evoca la comunicación con aspectos de la naturaleza que te reconcilian con tu ser, con tus raíces, que te actualizan sobre la tierra, y sientes con tu cuerpo. La experiencia de la montaña es inenarrable, cualquiera puede experimentarla, verla, oírla, pero no cualquiera puede hacerla suya; hacerse en esas experiencias de conexión, de intimidad profunda. No todos sienten la conexión ¿sordos al encuentro?

La reverencia con Dios, con tu familia, con los hijos, con los amigos, con la naturaleza, con el mundo. La experiencia que te abre el corazón con el cosmos, con el universo entero y te hace comulgar con el mundo. El mundo entra en tu corazón, y el corazón se abre a la vida. Todo está abierto en un dinamismo inacabable de profundización. Todo está radicalmente abierto porque la existencia misma es apertura y dinamismo.

¡Así comenzó el milagro que se narra en este evangelio!

Se interesó Jesús en su paso por nuestra historia, no por vidas ejemplares, sino por el destino y las luchas de todos los hombres y mujeres. Las necesidades de la gente son la fundamentación del impresionante milagro que relata este pasaje. Las necesidades de comer juntos y de que haya pan y conocimiento para todos. Dice el evangelio que “alzando la vista Jesús y viendo el gentío que acudía a él, le dice a Felipe: ¿Dónde compraremos pan  para que coman esos?

Alzó la vista y vio la gente que le seguía. Muchas cosas tuvo que sentir Jesús, experimentar, vivir, para lo que aconteció después. Alzando la vista es una frase que se repite varias veces en los evangelios que narra san Juan, lo da mucha importancia. Alzar la vista, despegarla de nosotros mismos y ver el horizonte abierto, y ver a los otros.

“Se retiró al monte y se sentó con sus discípulos” Antes de entregarnos a los demás, tenemos que ser nosotros mismos, tenemos que sentirnos, si no ¿Qué entregamos? Nada dice el evangelio de lo que habló son sus discípulos, nada de lo que ocurrió allí en el monte, pero a tenor del milagro que realizó, tuvo que ser algo grande, algo inmenso. Encuentro de  amistad sentados para disfrutar de ella, sostenidos en y por la naturaleza y acogidos por el horizonte inmenso del cielo. ¡¡Sentados!! No es sólo una postura ¿es una experiencia de amistad? ¿De comunión?  ¿De infinito?  Para entrar de esta manera en contacto con Dios y con el mundo es preciso descender  a nosotros mismos  hasta alcanzar nuestra intimidad.

Me recrea la vista y el corazón cuando el evangelio narra que Jesús se va al monte. Enseguida mi corazón se llena de las flores, las margaritas, las madreselvas, y los escaramujos, la zarzamora, el pájaro zarcero y las mariposas entrelazando con sus colores unas con otras y mis ojos en su gran diversidad, en una fraternidad; todo se ordena como un salmo al Creador, que se salpica también de aventura, de amistad, de retos. La naturaleza fue para mí la única libertad que tenía en aquel tiempo. Yo iba al monte con deseos, me gustaba entrar en las cuevas, sólo por ver, estar, y mirar, aunque solo fuera, resistir la oscuridad y sobre todo atravesarla.  Siempre acompañadas por el cielo, que desde lo alto se veía más cerca, más inmenso, más majestuoso, más sobrecogedor. A las cuevas entrábamos despacio y nos parábamos en la oscuridad intentando escuchar. ¿Curiosidad? ¿Misterio? A veces me pregunto cuando quiero encontrar mi alma, qué guardo yo en cada una de aquellas cuevas.

Jesús en el monte alzó la vista y vio la necesidad del pan, la necesidad de  saber, la necesidad de Dios. Sintió en su cuerpo la necesidad de los que le seguían. Sintió la comunión con la vida y el universo entero.

El monte te abre profundamente el horizonte, y a ti misma, se abre la luz en él; las campanillas vistas desde lo alto se perciben como una luz amarilla que manase de los alrededores. Uno se entrega en esa experiencia, y respirando con ello, te actualiza viva llena de personalidad y capacidad comunicativa: una experiencia relajante de comunión intensa como lo que sentí cuando subí al Peñalara, un encantamiento, como siento en esta oración en el evangelio, un encantamiento en el que todo parece estar vivo y te habla. Posiblemente lo sintieron Jesús y sus discípulos, tal vez Jesús solo, y en ese arrebatamiento y expansión de su ser “vio al gentío que le seguía”  y se entrañó en Él la necesidad que traían en un deseo de compartir su hambre con ellos, de celebrar un ágape. El monte, la naturaleza abren a la hospitalidad humana, al éxtasis, creando un hilo conductor entre el corazón y la experiencia, la experiencia y la realidad humana ¿Dónde comparemos pan? El monte facilita la apertura al otro, a los otros, a la comunidad humana: despliega la hospitalidad. El encuentro con la naturaleza, el encuentro con las mujeres y los hombres, el encuentro con Dios, que también es su lugar la montaña, abren la conciencia a la complejidad humana y, allí “había cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños”.

El encuentro con Dios se significa aquí en la apertura a los otros, en el respeto a la naturaleza y, en la gratitud por tantos bienes. Dice el evangelio que “ante ellos se extendía una gran pradera verde donde se sentaron” y brilló la gloria de Dios.

Jesús convida a comer a 5000 hombres que le buscaban y le seguían, y anuncia y hace presente a un Dios que sólo es posible descubrir su presencia bajo el signo de la convivencialidad, de la solidaridad humana y  con la naturaleza, que se hace presente, sintiendo la universalidad y el éxtasis comunicativo que ocurrió en este pasaje: Un Dios de convivencia, un Dios de relación, un Dios que conecta con nosotros, que nos conecta entre sí y con la naturaleza, que nos llama a la responsabilidad de su cuidado, y del cuidado mutuo. “mandó recoger lo que sobraba” para que nada se destrozara, para no manchar el esplendor de la vida, el esplendor de la naturaleza.

Es un mandato de Jesús de cuidar y proteger los bienes que gratuitamente hemos recibido, y celebrarlo también como presencia de Dios. La hierba verde es el resplandor de su gloria, como el resplandor de las campanillas amarillas que yo veía de pequeña desde el monte. El evangelio es una narración de nuestra propia vida guiados por Jesús, su lectura es reverencia, es ternura y es cuidado; la palabra de Jesús te va filtrando la realidad de tu vida a la medida de tus ojos. Aquellas montañas y cuevas en este evangelio se han convertido en luz para mis ojos, espacios donde forjé la admiración, la sorpresa, la celebración, la rebeldía, la curiosidad, mi sentido de la belleza y un atisbo de libertad, encuentro con Dios ”y pacerá el amado entre las flores” SJC .

Un contraste profundo con lo que era entonces la vida del pueblo.  Al volver a mirar me ha llevado el evangelio a esas montañas, a encontrarme conmigo misma, el horizonte abierto desde la impresionante vista, y a contemplar el Misterio; y escuchar de forma importante a una rehabilitación de mi cuerpo como reflejo entero de la belleza, presencia y palabra de Dios.  A veces no se escucha la experiencia porque se nos ha educado en la conciencia de que el cuerpo es malo y rechazable, y sobre todo, algunas de sus partes innombrables, y en su lugar, hemos desarrollado un miedo a sentir, casi patológico y nos hemos cerrado a la sabiduría de cuerpo, que la tiene. El denostado cuerpo por la Iglesia, y ahora por la sociedad de consumo, que es el único medio por el que sentimos al mundo, por el que sentimos a Dios. Los ojos abiertos y levantados de Jesús  se han convertido para mí en oración y en luz para los míos. Los ojos de Jesús que se levantan, que se abren, para sacarnos de nuestros miedos, de nuestros puritanismos, de nuestros intereses y para que podamos ver el mundo más allá de nosotros mismos, una invitación a salir de sí para que entre todo y escuchemos «el silbo de los aires amorosos” SJC

Engancha Jesús con su pregunta toda nuestra experiencia, que empieza con un encuentro personal con nosotros, con lo que somos, con nuestras dudas, con nuestros errores, con nuestras búsquedas, como ocurrió con sus apóstoles. Un encuentro que sólo se produce si buscas, si tienes necesidad y deseos, y eso sólo se escucha y se expresa con el cuerpo.

“Los ojos de todos te están aguardando, tu les das comida a su tiempo y abres la mano y sacias a favores  a todo viviente” Salmo 116  Bendito y Alabado seas

Tenemos lenguaje porque necesitamos comunicarnos, por tanto no podemos ser sordos. Este evangelio es el evangelio de la comunicación, las relaciones por antonomasia, y sin embargo en nuestra Iglesia esto tiene poco reflejo. Hemos hecho “un Dios a mi manera”, un Dios que no vive en la vida, sino en la imaginación y en el miedo, que a su vez fomenta y alimenta el narcisismo, el deseo de omnipotencia y el elitismo que se crea con la vivencia de que los cristianos “no somos de este mundo” y sin embargo Jesús si vivió en este mundo y en sus necesidades: “¿Dónde compraremos pan para que coman ésos?” Esta es una prueba de que Jesús vivía en una realidad tangible, que su cuerpo sabía y sentía las necesidades que tendrían los que le seguían; Jesús no vivía del delirio en su imaginación, ni en un Dios que se separaba del mundo. Anunciaba un Dios profundamente social, que vivía entre nosotros, y quería entablar relaciones con nosotros y entre nosotros, dentro de lo que es nuestra vida común, y en medio de la naturaleza que tenemos que cuidar:

”El hombre de hoy usa y abusa de la naturaleza  como si hubiera de ser el último inquilino de este desgraciado planeta, como si detrás de él no se anunciará futuro. La naturaleza se convierte así  en el chivo expiatorio del progreso. La demanda interminable  y progresiva de la industria no puede ser atendida sin detrimento de la naturaleza que es desvalijada y envilecida Del discurso de ingreso en la Real Academia de España de Miguel Delibes el 25 de Mayo de 1975.Todo un alegato contra el progreso ilimitado del capitalismo y el liberalismo. Traigo a la memoria a Delibes, para los que creen que la protección de la naturaleza y la crítica del progreso ilimitado  es un invento de hoy, y de peligrosos comunistas, o del Papa que se ha aliado con los globalistas y comunistas son (críticas a la Laudato sí); vean la fecha de su discurso. Este vallisoletano fue un gran defensor de la naturaleza, del paisaje y los paisanos. Nunca el paisaje vacío. Le traigo también porque él podía haber entrado perfectamente en este milagro: La importancia de saberse reconocido en la mirada del otro, la naturaleza, eran temas recurrentes en las novelas de Delibes y se poblaban sus novelas con personajes simples y llenos de ternura. El pasado año se celebraba su centenario; lo he traído con otro castellano Juan de la Cruz que amaba la naturaleza, y también entra en el milagro con su Cántico Espiritual.

“Mil gracias derramando,

Pasó por estos sotos con presura,

Y yéndolos mirando,

Con solo su figura,

Vestidos los dejó de su hermosura”

 “alzar la vista” un desafío continuo a saltar los propios límites: transitar de la impotencia y de la escasez a los desafíos de la vida, abrirse a la disponibilidad, descubrir las reticencias  afectivas y mentales que hay que desbaratar, recorrer este camino porque “cuando dejéis de obsesionaros por vosotros mismos mirad directamente el rostro del amigo, el rostro de la gente, encontrareis la eternidad. Vuestro aprendizaje os dará la plenitud” dice Attar, poeta y místico sufí.

Alzar la vista: Una invitación a salir de todo lo que nos constituye  y nos ha constituido; salir de sí mismo no es solo una invitación moral (de no egoísmo) es una invitación a adquirir una nueva mentalidad construida por todo lo que alcanza la vista, un horizonte muy amplio,  complejidad y pluralidad en el contenido de la mirada. Jesús nos lleva a una radicalidad del corazón, también de la cabeza. Despertadores de la bondad, dinamizadores del respeto. Recoger los dones de Dios de la naturaleza y de la vida de los otros. La misión es facilitar que se celebre la vida y que todos puedan gozar de la Creación. Que se elabore la primavera en nuestra sangre. Ser capaces de transformar este desierto en un mundo humano Que no dejemos de buscar el resplandor de un gozo, una alegría, una claridad, que se han vuelto casi imposible en el dolor del mundo.  “Bendito el que nos convida a beber del evangelio”. Santa Teresa de Jesús.

Termino orando con un poema de Neruda:

No te caben los ojos en la tierra

Hay países, hay ríos en tus ojos

Hay muchedumbres y pequeños.

Hay búsquedas, hay hambre y alegrías.

Mi patria está en tus ojos,

Mi vida, mi lugar, mis búsquedas.

Yo camino por tus ojos

Ellos dan luz al mundo

Por donde yo camino.

 

[i] Juan 6,1-15

Da de comer a cinco mil

                                                                                                                   

Después de esto pasó Jesús a la otra orilla del lago de Galilea –el Tiberiades-. Le seguía un gran gentío, pues veían las señales  que hacía con los enfermos. Jesús se retiró a un monte y allí se sentó con sus discípulos. Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos. Alzando la vista  y viendo el gentío que acudía a él, Jesús dice a Felipe: -¿Dónde compraremos pan parta que coman éstos? –lo decía para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer-,

Felipe le contestó:

-Doscientos denarios de pan  no bastarían para que a cada uno le tocase un pedazo.

-Uno de los discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dice:

– Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes y dos pescados; pero ¿qué es esto para tantos?

-Jesús le dijo:

-Haced que la gente se siente.

Había hierba abundante en el lugar. Se sentaron. Los varones eran cinco mil. Entonces Jesús tomó  los panes, dio gracias a Dios y los repartió a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados: dándoles todo lo que quisieron. Cuando quedaron satisfechos, dice Jesús a los discípulos:

– Recoged las sobras para que no se desaproveche nada.

Las recogieron y, con  los trozos de los cinco panes de cebada que habían sobrado a los comensales, llenaron doce cestas. Cuando  la gente vio la señal que había hecho, dijeron:

-Éste es el profeta que había de venir al mundo.

Jesús, conociendo que pensaban venir para llevárselo y proclamarlo rey, se retiró de nuevo al monte, él solo.

 

 

 

0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *