El mundo necesita que lo abracen
Los cuidados es lo único que puede salvar al mundo
«Jesús y la mujer adúltera»
Lo cotidiano oculta las angustias y los miedos, se puede decir además, que corren parejos. Lo cotidiano es el ámbito donde no pasa nada especial y por eso la vida se vuelve invisible. Pero cuando lo insignificante se vuelve significante entonces lo cotidiano se resquebraja, aquello que tenía un lugar tan nimio, tan despreciable que no se notaba, de pronto pasa a ser el centro de atención: Un paralitico, una adúltera, una samaritana….un ciego. Se produce un pequeño movimiento del espacio visual y experiencial que amenaza con destruir la tranquilidad, la seguridad de lo cotidiano: La irrupción de lo insignificante, que en Jesús se convierte en piedra angular. Se abre la posibilidad de cambiar de guion.
Hay una violencia que hiere al mundo, y una projimidad que lo cura: La compasión rebelde y trasgresora que direcciona el punto de mira de las cosas y visibiliza lo que habíamos desechado. Jesús anuncia en este evangelio de la mujer adúltera, el Dios del cuidado de la vida en contraposición con el Dios que castiga.
Comienza este pasaje Jn 8, 1 relatando que Jesús se dirige al monte de los olivos, de hondo significado religiosos simbólico y relacional, un lugar de profundas conexiones, y va a dotar también de significado a lo que ocurre en el templo después en lo que a simbología espacial se refiere porque “El espacio tiene toda prioridad en la ordenación de la experiencia y en la construcción de lo que se entiende por realidad” dice la profesora Almudena Hernando.
San Juan en su complejo y detallado relato subvierte la estructura espacial del entramado religioso patriarcal, y sitúa a la mujer en el Centro del templo frente a frente con Jesús, y a Jesús cuidando de ella. Jn 8,10 Es una imagen poderosísima y contrapatriarcal. La mujer, que estaba relegada al espacio doméstico, privada de experiencia religiosa y sometida al varón, acusada de adulterio; estaba en medio del templo hablando con el varón Jesús !De pie! no de rodillas; hablando, no llorando; escuchando, no suplicando; honrada, no humillada, no sometida. Imagen que revoluciona las categorías domestico y público porque está la mujer hablando con un varón en el centro del templo, y al lado está Jesús cuidando de la vida de la mujer: La libera de la muerte. Hace un trueque, subvirtiendo los espacios de género, asumiendo Él la función de cuidar relegada a las mujeres, , recuperando la dignidad de las mismas y la dignidad de los cuidados.
Los lugares los hacen los seres humanos, los significan ellos con lo que hagan en ellos. El templo en este pasaje parece que nos dice Juan que es un lugar donde leer la vida, donde resignificar el mundo, resignificar el papel y el destino de los que están en él, y es la oportunidad que nos ofrece el texto y nos invita que hagamos.
Relata el evangelio que Jesús estaba sentado enseñando y que llegaron los fariseos con una mujer sorprendida en adulterio, a la que querían lapidar; preguntaron a Jesús según sus leyes y escrituras, y Jesús no los contesta, no responde, parece que no quiere entrar en la lógica tramposa de la cuestión que le plantean; dice el evangelio que “se agachó y se puso a escribir con el dedo en el suelo” Jn 8 6-7
Que es como si les dijera: vamos a escribir otra historia con la vida insignificante, y maldita, que resquebraje lo “cotidiano”, la costumbre, lo que viene rodado de siempre. Lo que antes no valía, ahora va a adquirir valor, va a salvar al mundo, y yo seré el ”libro vivo” donde habrá que leer.
Si con la escritura surgió la conciencia de la mente, en el evangelio surge la conciencia del cuidado, del cuidado entre los seres humanos, cuidado de la vida y del vivir. Jesús impide que lapiden a la mujer. Se incorporó y quedó frente a frente con ella y parece que le dice a la mujer: ”yo estoy aquí atento a todo lo que en ti es único, a todo lo que en ti está por nacer y crecer”, palabras sin palabra, llenas de ternura que según el mártir del Atlas, Lebreton, nos dice Jesús a cada uno y a cada una “La ternura es la forma más modesta del amor. Aparece donde miramos de cerca y con cuidado a otro ser, algo que no es nuestro yo” dice Olga Takarcuk, premio Nobel de literatura 2019.
“El odio como el aire lo llena todo. Su expansión llena de rabia al mundo” dice el escritor José Emilio Pacheco, Premio Cervantes 2009. Corre la rabia hoy, corre el estigma y corre la segregación y la exclusión.
El aislamiento destruye nuestras raíces y toda posibilidad de nutrirnos. Nadie sufre por ser distinto o hallarse solo, sino separado de los otros, abandonado, estigmatizado. “El arraigo es la necesidad más importante e ignorada del alma humana” sostiene S. Weil. La necesidad de arraigo moldea la forma de ser. Entra en juego todo el mundo interno como componente necesario de la lucha por la propia libertad, de la lucha por la dignidad. He recordado el rechazo de amplios sectores de la sociedad y de la iglesia a personas, por su orientación sexual, o que viven distintos a nosotros, sin lugar donde arraigar y a todos los migrantes y personas con discapacidad…” Escribo para que me quieran” decía el gran poeta García Lorca fusilado por homosexual !Como se tuvo que sentir! Jesús no trata a esta mujer con el estigma que se le atribuía “Adúltera” y la incorpora a la vida social; el final del texto lo cuenta: “VE”. Muchas normas de la iglesia que son amplificadas por diversos grupos intolerantes, y obispos, segregan, marginan y ponen una diana en ellos, invitando a eliminarlos, a que no sean! Prohibiéndoles, y negándoles el pan y la sal. La iglesia se lo tiene que hacer mirar. El cuidado exige afrontar la diversidad “Necesitamos una solidaridad universal nueva” dice el papa Francisco en la Laudato si “El reino de Dios es el espacio donde ya no hay asedio” dice el teólogo de la esperanza, Montlman.
El templo lo resignifica Jesús en este pasaje tan espacial, y especial, también debe hacerlo nuestro corazón.
“Yo sólo soy si tú también eres” es la filosofía sudafricana de cuidar al otro, la palabra es: Ubuntu. El concepto se basa en la creencia de que hay un vínculo universal que hace que los seres humanos sean capaces de superar retos porque están conectados. El obispo Desmond Tutu, Premio Nobel de la paz dijo que “Ubuntu es uno de los mejores regalos que África ha hecho a la Humanidad”
“Yo sólo soy si tú también eres” parece que Jesús le dice a la mujer, vertiendo sobre ella la ternura de Dios en el cuidado de la vida. ” La sabiduría de Dios es el cuidado de la vida” dice el libro sapiencial y sin embargo El patriarcado entiende que la ternura y los cuidados no son cosa de varones, que son cosa de mujeres. ¿Cómo se dispondrán a cuidar y ser tiernos con y en la vida los varones?
“La ternura es la forma más modesta del amor. Aparece donde miramos de cerca y con cuidado a otro ser, algo que no es nuestro yo. La ternura es una profunda preocupación por otro ser, su fragilidad, su naturaleza única… La ternura percibe los lazos que nos conectan, las similitudes y la similitud entre nosotros, es una forma de mirar que muestra al mundo conmovido, interconectado cooperando y codependiente de sí mismo” Olga Takarcuk, premio Nobel de literatura 2019.
La ternura es parte y base del cuidado.
El cuidado es lo último que pidió Jesús, a través de Juan y su madre, a todos los seres humanos, apeló en su último deseo, a cuidar la soledad de cuantos están solos. “hijo aquí tienes a tu madre” ¡Cuídala! No se lo pidió al resto de mujeres que estaban allí cuidando la muerte de Jesús, se lo pidió al varón.
¡Madre aquí tienes a tu hijo!, ¡Cuidaos¡¡¡ Podemos decir que el cuidado es la seña de identidad de una humanidad nueva. Estamos invitados a ”realizar el querer de Dios en la historia” decía San Vicente de Paúl. El cuidado que es más concreto que la palabra amor.
Nunca hemos sido tan poderos y a la vez tan inseguros y vulnerables. Está en juego el propio sentido de los cuidados con la abolición de leyes sociales que amparaban a los desprotegidos, leyes que retrataban a una sociedad cuidando a los excluidos, desaparece el amor del horizonte de vida porque “El amor es echar raíces en el otro” dice S.Weil, y el otro, hoy no importa. Están cortando todas las raíces humanas, ignorando que “el sol entre los hombres se reparte”. Luis Rosales
El evangelio es un espacio de cuidados. La palabra de Jesús también cuida de nosotros: Jesús te abre a un espacio dónde no hay amenaza. Te ofrece un lugar donde leer la vida, donde resignificar el mundo, resignificar el papel y el destino de los que están en él, te ofrece un proceso de concienciación y a encontrar sentido a lo que vives, a la vez que es fuente de sanación de tus prejuicios En el evangelio ponemos nuestra existencia en manos de otro. Por lo que nos hacemos conscientes de nuestra vulnerabilidad y necesidad y esto es altamente sanador. Transforma la intimidad. Transforma las razones de la vida. Y la vida deja de ser un asunto que pueda negociarse con indiferencia.
Los lugares son espejos de la civilización, como lo era el templo en Jerusalén, nos producen sensibilidad según los tiempos y nuestra propia historia. Pero hay lugares que nos impactan a todos. Hay sucesos que a la historia humana no pueden dejar de impactarla: Las mujeres al pie de la Cruz, pedagogas del contacto ¿sólo? .Primeras cuidadoras de Jesús y su memoria. San Juan, primer varón con el mandato de cuidar :La última voluntad de Jesús. Fueron los las Primeros testigos de la fe. La fe quedó unida a los cuidados, en la cruz. «Lo sagrado en el hombre se manifiesta cuando oye el grito de dolor y lo atiende» dice San Vicente de Paúl
El apoyo mutuo abre un espacio de convivencia más fértil, un campo de humanidad por estrenar, es una relación no tanto de interdependencia, cuanto de construcción ética de un espacio común. Despierta un dinamismo dentro que te hace creador y buscador de vida nueva y mejor.
Cuando nos volvemos al fondo de nosotros mismos y nos hacemos prójimos compasivos de toda persona sufriente, hacemos presente a Dios en el mundo. “Nuestro Señor es una comunión continua con quienes están unidos a su querer y no querer” decía San Vicente de Paúl.
Los estados emocionales determinan cómo vivimos pero también lo determinan los estigmas y los estereotipos que la cotidianidad y la costumbre del vivir , a veces , ocultan y normalizan. Un estereotipo es que los cuidados son propios y destino de las mujeres y pertenecen al orden del espacio doméstico, el ámbito de lo privado, por lo que no se le confiere ningún valor social, ni cultural, ni espiritual, ni teológico.
Socialmente lo que nos puede salvar de la hecatombe deshumanizadora es que se eleven los cuidados, los valores asignados como propios femeninos, a categoría salvadora de la humanidad. Aparece en este pasaje representado en la liberación de la mujer adúltera de toda sujeción, costumbre naturalizada y sexualizada; configurando la rica simbología desplegada en este pasaje habitacional descubre un único camino de salvación humana: Los cuidados unos de otros.
Mientras no se eleven a su máxima categoría los cuidados, no tenemos salvación como comunidad, ni tampoco la habrá socialmente ni espiritualmente. Mientras se categoricen por sexos el decir y el hacer y el contacto con Dios, nuestra sociedad y la iglesia seguirán retrocediendo de forma inhumana. Urge conocer esto. Los cuidados en la iglesia están “especializados” funcionarizados, no atraviesan su existir, su respirar, su latir. Unas cuantas personas se dedican a ello, como también la caridad. Esto es un problema teológico y espiritual. “El espacio tiene toda prioridad en la ordenación de la experiencia y en la construcción de lo que se entiende por realidad” Almudena Hernando.
El estar expuestos como cuerpos ante el mundo nos recuerda que necesitamos condiciones concretas para que nuestra vida sea posible, lo mismo nos ocurre dentro de la iglesia, condiciones concretas. El mirar, el decir, te van configurando tanto como no mirar y no decir.
En Cristo nuestro cuerpo es universal y nuestro. Él nos configura para que todo encuentro sea un pálpito de su cercanía. El cumplimiento de su último deseo en la cruz ¡Cuidarnos!, el cuidado de la gente en su soledad y desamparo, el cuidado del mundo y su belleza. La compasión, el cuidado, es el hilo civilizatorio que no podemos romper. “El hilo que une nuestros corazones es donde mana la luz” dice la premio Nobel Han Kang. A ese hilo tenemos que acudir para aprender
La insigne antropóloga M. Mead situó el comienzo de la civilización no en la rueda, sino en los cuidados que vio se habían producido, examinando un fémur de nuestros ancestros y que tenia un callo de fractura, dedujo que había sido cuidado por otras personas. dedujo y afirmó que pudo vivir gracias al cuidado de otros, porque si no, hubiera habría muerto. El hilo civilizatorio que debemos trenzar para que deje de ser un hilo frágil, es que los cuidados sean patrimonio tanto de los hombres como de las mujeres, será lo que salve al mundo de su deriva de segregación y odio y destrucción de la vida. Malos tiempos para un mundo sin amor.
Todos los seres humanos necesitamos ternura y abrazos, y cabe esperarlos de todos los hombres y mujeres.
El encuentro con Jesús nos configura para que todo encuentro sea latido de su cercanía. Ve, le dice Jesús a la mujer al final del pasaje, Ve donde se multiplican los abrazos y se desborda la ternura que eso creo yo que es no pecar. La ternura percibe los lazos que nos conectan, las similitudes y la similitud entre nosotros, es una forma de mirar que muestra al mundo conmovido, interconectado, cooperando y codependiente de sí mismo “La ternura es un mirar conmovido” dice el teólogo Alejandro Cusianovich hablando de los niños y niñas trabajadores de Perú.
Lo insignificante lo convirtió Jesús en piedra angular, los cuidados son ahora la piedra angular de la existencia y supervivencia en el mundo. La afirmación de uno mismo tiene que aupar el cuidado de la vida, el cuidado de unos y otros como seña de identidad de ser persona, varón o mujer.
Jesús te conduce para entrar en Él, como hizo con esta mujer; él es nuestra morada. Pero entramos para cumplir en el mundo su último deseo !Cuidarnos!”. Urge reconfigurar los espacios público, y privado; laico y clerical, teología y cuidados. Sólo nuestra verdad nos llevará a buen puerto. No podemos amar a Dios sin conciencia de lo que somos.
Está en juego hoy más que nunca la vida común del planeta. Ya han puesto precio a todo. Un precio que no podemos ni debemos pagar. Se acabó la casa común, ahora es de unos pocos. Los hijos de Dios no pueden tener más patria que el universalismo con la totalidad de sus criaturas, tenemos que elegir. La elección implica conciencia, saber lo que se hace, y determinación: La irrupción de lo insignificante, que en Jesús se convierte en piedra angular. Con los cuidados se nos abre la posibilidad de cambiar de guion. El mundo necesita que lo abracen. No dejar que nos trague, que nos engulla su oscuridad.
Hoy toca Ser verso suelto y poesía a la vez en un mundo que ha perdido el aroma de las flores
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