El sonido del viento rasgó el corazón

Cuando creíamos

Que había llegado la hora

De beber amapolas y rosas,

De sembrar el cielo de flores;

Entonces el mundo se despeña en su paisaje,

El sonido del viento rasgó el corazón.

El cielo sin estrellas,

Las arterias sin flores.

Con voz desamparada cruzan los mares

Se derrumban sin ruido,

El mar se los traga,

Los quema el desierto.

“Dios mío pasa de mi este cáliz”

 

Algunas manos nos alcanzan,

llagas inmensas de naciones asoladas.

El hambre se reparte,

La sed de justicia se sacia con sal,

el llanto rajado, la paz acorralada.

Al abrigo de la noche

Lloráis en el mar la vida.

Os recibimos con uñas,

El corazón convertido en alambrada.

Dios mío, pasa de mi esta cáliz.

Os reciben voces sordas.

A la intemperie, manos codician temores

El aguijón del miedo, la espada del odio,

La avaricia busca vuestras entrañas,

Expuestas a la sombra de la noche,

Se reparten vuestra túnica.

Una guerra galopa por el mundo,

Una guerra violada,

No viene con el Sur, viene del Norte

Nadie os abre la puerta.

Caen jazmines y zafiros de vuestras manos

Pero a nadie le interesa.

La paz convertida en cieno.

Entre muros quiere construir su alma Europa

Han tirado la cruz, la media luna y la estrella.

Se rasga la justicia,

vuestra sed, la empapan de vinagre.

Bosques de hombres llorando,

árboles femeninos doliendo miles de lirios,

racimos de niñas en sazón

van creciendo los narcisos de su pecho,

no anuncian la primavera.

Se van al invierno

con su amor como enemigo.

Niños, con ojos crecidos de alelíes

Sus manos llenas de esperanza,

esperan los laureles de la vida,

Son coronados de espinas.

Y quebrarán sus raíces.

Mieles de infancia perdida,

Recorren esta tierra gimiendo,

Con sus ojos desvalidos.

Se estremece la naturaleza,

Los hombres reparten pan con hiel.

Un tumulto de azucenas se quema en la frontera,

Con el ruido de los morteros

Aún clavado en los oídos

El costado se desangra.

Sus panes perdidos y su tierra enterrada.

Aquí crece la adormidera.

La justicia desolada,

La tristeza encendida, la solidaridad se quema

Se apagan las lilas.

Aún hay manos extendidas

Con puñados de ternura

Que encienden la luz,

Que avanzan como trigo emocionado

Con el pan florecido.

Son agua enamorada.

Su corazón palpita en los pechos rescatados.

“Padre mío en tus manos encomiendo mi espíritu”.

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