
“No hay virtud de mujer que no se tenga por sospechosa”
La culpabilidad
«Jesús y la mujer adúltera» Jn 8,1-11
“No hay virtud de mujer que no se tenga por sospechosa” decía Santa Teresa de Jesús !Cómo debía dolerle el desasosiego de vivir en tal estado! Nadie ha podido expresar mejor la culpabilidad a la que está abocada la mujer por el hecho de ser mujer. No habla de algo ocasional, en su vida, habla de una situación continuada de desconfirmación continua y de la mirada ominosa que el varón y el clero tenían y tienen sobre la mujer como causante del mal, y moverse siempre a través de segundas intenciones, como alguien de poco fiar. Esto sigue siendo real en todo el simbolismo y el lenguaje sobre las mujeres, dentro de la iglesia, y en la cultura cristiana
Siri Hustvet Premio princesa de Asturias 2019, hablaba de la dureza y la soledad de ser mujer, y defender la ética desde la condición de mujeres. Que es lo que creo que sentía Santa Teresa, experiencia que comparto plenamente y que es muy difícil sustraerse de ella.
¿Por qué me siento culpable si no tengo conciencia de haber hecho nada malo?
Romper reglas, superar estereotipos son una fuente de culpabilidad, y la mujer para serlo de verdad, tiene que hacerlo continuamente; desde el patriarcado, a la mujer se le otorga el espacio de servir con toda su carga simbólica; y al varón, el espacio de pensar; siempre en situación jerárquica del varón sobre la mujer y a ella en situación de dependencia. Traspasar estas delimitaciones de espacio es fuente de culpabilidad, estigmas y de prejuicios. Etty Sylesium se quejaba del perjuicio y el daño que había creado en ella la pedagogía de la dependencia de la mujer del varón “Dejo que otros expresen lo que debería decir yo. Sigo buscando fuera la confirmación de todo lo que se esconde dentro de mí”. Cuando no obtienes esa confirmación, tu mundo se llena de inseguridad, y si das pasos, puede, que experimentes culpabilidad. El problema de la culpabilidad, es que genera un malestar que es difícil identificar, guía tus acciones sin ser tú consciente de ello y practicas una autocrítica constante que es destructivo. La culpabilidad atraviesa el vivir y lo malea. También le afecta al varón. Conocerlo, ya es un paso liberador.
¿Sabemos cuántas decisiones tomamos bajo el manto de la culpabilidad?
Jesús rompe muchas veces la barrera del espacio segregador y excluyente ante la élite religiosa que no le veían como alguien de los suyos, y arrojaban sobre él, numerosos prejuicios ¿“De Nazaret puede salir algo bueno?” “Estudia y verás que de Galilea no salen profetas” Jn 7, 52 Jesús no era sacerdote, escriba, ni fariseo. ¿Quién eres tú? Le dijeron muchas veces. Hoy toca romper los espacios de género y eso se hace con un gran coste. A Jesús le mataron.
“Jesús es varón pero vive la masculinidad de tal manera que la rediseña con un estilo que nunca se había visto, que no somete a nadie, ni pretende entrar en lucha jerárquica con nadie” Dice la teóloga Segoline
Este evangelio, el de “la mujer adúltera y Jesús” me ha resultado muy sugerente para reflexionar sobre el tema de la culpabilidad; pasaje en el que se nos sugiere que El pecado y la culpa no van a marcar la relación con Dios. Una mujer ocupa el tema central del relato. Una mujer acusada de adulterio y que en la concepción patriarcal judía, ella representa el pecado, pasaje en el que se da la circunstancia, que no traen acusado también al adultero, cargando “la culpa” exclusivamente sobre la mujer. ”Esta mujer ha sido sorprendida en adulterio según nuestra ley hay que lapidarla” Jn 8,8 y contesta Jesús: “Quien de vosotros esté sin pecado, tire la primera piedra? Jn 8,7. Más adelante dirá Jesús: “Yo no juzgo a nadie” Jn 8,14
¿Conocemos de qué forma la culpabilidad nos gobierna y nos lastra la vida?
. Muchas vidas se han frustrado por la culpabilidad; también es causa de enfermedad mental. La culpabilidad tiñe y enturbia los sueños y rompe los hilos de su cometa. Pone también una sordina en el corazón, que a no pocos les absorbe y martiriza la vida.
Es una verborrea mental y afectiva invisible que dificulta la vida enormemente. No así la culpa, que es distinta a la culpabilidad que es otro aspecto de la experiencia humana; la culpa es civilización, no sentirla, no arrepentirte del daño que haces es propio de sicópatas que es el tipo de individualidad que mejor se adapta a las demandas del sistema liberal actual, también es propio del narcisista que tan profundamente dentro de la Iglesia está instalado. La culpa tiene una función adaptativa, reconoce errores y pone en marcha conductas de rectificación.
La culpabilidad puede sentirse e instalarse al romper reglas, culturales, religiosas, políticas, familiares, o desarrollar una tarea que no te ha sido asignada por el patriarcado Ello puede generar un conflicto que se traduce en un sentimiento de culpa que influye en el comportamiento. Las mujeres tienen tendencia a sentir culpa por cuestiones que están determinadas por el género, porque ha fabricado un conjunto de estereotipos sobre la mujer, altamente malignos. Jesús jamás habló de la mujer como madre, y menos, como virgen y menos, como esposa y menos, de deberes reproductivos que es también una carga de culpabilidad porque la responsabilidad descansa exclusivamente en la mujer. Todas estas realidades estereotipadas, las explotan las enseñanzas de la iglesia, para no dejar salir a la mujer del espacio doméstico, creando un estigma en quienes lo hacen
¿De qué nos sentimos culpables? ¿Qué cosas dejamos de hacer porque nos hace sentirnos culpables?
La culpabilidad es una resistencia contra la vida, a veces invisible. Es importante explorar la experiencia porque es una forma de traer a la luz daños y controlar su veneno. La culpabilidad se interpone en quien la padece en todas las decisiones de romper, de opinar de otra manera, de cambiar, de seguir adelante, de hablar de otra manera, de no adaptarte a las normas culturales “establecidas”: Coarta la libertad. Casi siempre lo disfrazamos, de “tal vez, no merece la pena” “estaré equivocado”. Desarrolla también en quien la padece una inercia y una confusión que le puede instalar en la duda permanente, en la inoperancia y arruinarte la vida; te dificulta en caso extremos incluso amar o sentirte amado.
El malestar surge del modo en el que nos juzgamos desde los estereotipos y costumbres interpuestas. Hay otra culpabilidad dentro de la iglesia y que arruina también la vida espiritual de algunos, que es desde la conciencia continúa de pecado imperdonable, lo que llaman escrúpulos que es otra experiencia también terrible.
Este pasaje desmonta la conciencia de un Dios culpabilizador
La culpabilidad es además ese velo que impide estar ante Dios y en tu realidad con claridad, forma parte de nuestro mundo interno, al que tenemos que acceder
El mundo interno de las mujeres le preocupa a Jesús; ha dado muchas muestras de ello; pero también el de los varones construido y sostenido con mentiras y prejuicios: Culturalmente dentro de la Iglesia y fuera, la mujer genera dudas ante cualquier situación, siempre hay un “pero”; mientras que si es un hombre, genera solvencia; todo, sin ningún fundamento. El machismo es la duda permanente de la credibilidad de las mujeres. Lo que crea de forma sutil una culpabilidad soterrada, en muchas aéreas de sus vidas. Es una forma sutil de segarles la hierba bajo sus pies, y del nacimiento de la misoginia. De esto se percató ya Santa Teresa en el siglo XVI y luchó contra ello, no con mucho éxito. Ella que era más lista, que ellos, la persiguieron hasta el final. Esta es la discriminación de género, y la verdadera ideología de género; no la que aborrece la Iglesia, que es la lucha por la igualdad de la mujer. La sospecha por el hecho de ser mujer siempre va a estar operando en la mente clerical, por lo que se recorta cualquier posibilidad para ella. “No hay virtud de mujer que no se tenga por sospechosa» Sería deseable que sus hijos e hijas la estudiaran desde la perspectiva de género, bien seguro que disfrutaríamos de un conocimiento mas rico y cabal de ella y de su espiritualidad. Creo que se lo deben
Este pasaje es el evangelio de la mujer a la que la traen culpable y se va sin culpabilidad. El evangelio que cuenta que entra Dios en la historia, no como garante de principios inútiles, sino sellando la amistad con el ser humano, representado (“contraculturalmente”) en la mujer adúltera “Durante siglos una determinada lectura de los textos sagrados ha justificado y cristalizado los roles de género” E, Schussler. Salta a la vista que Jesús no lo hizo.
Los complejos son también un dinamismo profundo de culpabilidad, por no ser lo que los otros quieren que seas, o crees que lo quieren. Sentirse culpable de no ser como los otros, cuando esa singularidad es una riqueza que se te entrega «en forma de talentos Tenemos que aprender a no depender del juicio de los otros. Aprender a decir sin miedo, no me gusta esto. A ser en lo distinto, crecer en ello, desplegarlo A las mujeres nos han enseñado a ser mujeres con unos estándares estereotipados que si no los cumples se convierten en estigmas. Ser buenas es adaptarte a estos estándares machistas . A los varones también les han otorgado unos estándares de virilidad y también es un problema para ellos, si no llegan… Los complejos surgen de los estereotipos y los estigmas, se aplican a las personas que los atraviesan y se salen de ellos. La iglesia contribuye a este estigma difundiendo una valoración peyorativa de las mujeres: “Para las mujeres la conciencia de su propia naturaleza debe provocar sentimientos de vergüenza” dijo el Padre de la Iglesia Clemente de Alejandría. .
Teresa de Cartagena, mujer de la nobleza castellana del siglo XV que se relacionó con Isabel la Católica, era sorda y, escribió “La arboleda de los enfermos” probablemente, el primer documento histórico que habla de la enfermedad desde la perspectiva del enfermo, y del rechazo social injusto del discapacitado; en el libro cuenta su encuentro con Dios y su actitud intima, en medio de su discapacidad y de su ser mujer. Inmediatamente fue negada su autoría por el alto y bajo clero porque era mujer y además sorda, no entraba en los estándares de credibilidad de ellos y Dios no había podido tener a bien inspirarla de esa manera. Hasta el final del siglo XX no hemos tenido noticias de ella. Esta labor de recuperación ha sido gracias a los estudios feministas.
La carga simbólica tan negativa y peyorativa sobre la mujer casada que carga la iglesia sobre nuestros hombros es muy grande: “El esposo cristiano ama el hecho de que su esposa es un ser humano y detesta el hecho de que es una mujer” dice S. Agustín. Esto abre la puerta a que el varón pueda despreciar a su mujer y maltratarla en el matrimonio, sin censura ,generar una indefensión y llenar de culpabilidad a las mujeres por atribuirlas esa maldad intrínseca. Es un pensamiento, una mentalidad, una tradición, que zarandea y devora también al varón, porque le sitúa en el ámbito del dominio como virtud, y absolutamente lejos de la empatía y la compasión que es lo que nos hace humanos. Le pone en el ámbito de la dureza y le aleja del ámbito de la ternura. Se legitima así una forma de estar en el mundo: dominio del varón y mujer a su servicio. Todas las virtudes que atribuyen a las mujeres son «para que «el varón esté agusto» La mujer vive en la Iglesia una experiencia de des-confirmación. La renuncia a la subordinación femenina es algo que no pueden, o no saben aceptar muchos varones, ahí está la polvareda que han levantado cuando una mujer ha tocado poder de verdad en la iglesia y en relación de igualdad con los cardenales, la Hermana Simona Branbilla como Prefecta del Dicasterio para la Vida Consagrada. ¡La de cosas que han escrito en contra de ello! Su narcisismo varonil sagrado, no lo puede soportar.
Romper un matrimonio tiene un coste para muchas mujeres, les resulta imposible, por su desamparo cultural, religioso y por no poder soportar la culpabilidad que conlleva una ruptura. A Algunas les cuesta la vida.
Otro aspecto relacionado con la culpabilidad es el de la sexualidad de la que se ha dado una imagen marcada por la culpa y el pecado, lo que ha llevado a la represión y a la doble moral, exacerbando la idea de la mujer como causa del pecado del hombre “es por la mujer que la razón varonil siente atracción por el vicio, por el mal, por el pecado, en el acto matrimonial está presente la concupiscencia” San, Agustín.
La represión sexual, es una de las causas más importantes de culpabilidad, llena la vida de miedo y duda que impiden vivir una dimensión muy importante de la misma. Deja impronta en todos los campos de la vida. Distorsiona profundamente la vivencia de la misma. El miedo a la sexualidad que viene con el miedo a pecar salpica a la afectividad y la distorsiona. No podemos olvidar que el moralismo condiciona la comprensión de lo real. Nuestra formación religiosa nos ha privado de referentes de apertura y humanidad, muy pero que muy lejos de lo que plantea el evangelio. Para tener una visión amplia necesitamos mejores fuentes y las nuestras fueron bastante malas: “La menor capacidad racional de la mujer va unida a una mayor debilidad moral”. Decía Santo Tomás. La represión no sólo afecta a la sexualidad, afecta a las raíces profundas de la libertad.
¿Es posible celebrar la fe con esta falta de fraternidad?
¿Atrás quedan las aberraciones teológicas que decían que “la mujer es un hombre malogrado? No lo creo
La iglesia debería de deconstruir sus relaciones con el patriarcado, que es un sistema violento que genera violencia, lo que significaría revisar teologías y símbolos. NO es suficiente con hacer nombramientos, o decir que somos muy necesarias. Urge No aceptar planteamientos que llevan de base la mentira: “La mujer es inferior al varón” o que Dios ha elegido sólo a varones para el oficio sagrado. No tolerar nada que nos menoscabe. ”Quisiera dar voces para que me entendierais” decía Santa Teresa de Jesús. La necesidad de que entiendan y acojan como parte del discurso cristiano, lo que dicen, decimos muchas mujeres cristianas y, tener autoridad para que se camine por esta senda inédita que abrimos las mujeres feministas, es muy importante, tanto como profundizar en la dignidad y los derechos. Es una tarea creativa, constructiva y profética superar el imaginario machista y elitista que rige la iglesia. Es una urgencia histórica, así como la de revisar sus cánones que limitan y excluyen a las mujeres y estigmatiza a los homosexuales. Si queremos revitalizar la iglesia hay que impulsar este cambio. «Conviene no apocar los deseos» dice la Doctora de la Iglesia en Vida 13,2
Se les llena la boca hablando de la dignidad, de la mujer, pero la dignidad no es una entelequia, es una experiencia encarnada, necesita integridad ¿Dónde y cómo se materializa la dignidad de las mujeres dentro de la iglesia?
Si no podemos petrificar la imagen de Dios, tampoco la doctrina
Los seguidores de Jesús tienen este enorme cometido de materializar en la iglesia la dignidad de las mujeres promoviendo su igualdad, autonomía y respeto .Jesús no sólo curó paralíticos, enfermos y ciegos…Jesús liberó a las mujeres de la carga del patriarcado, con el mandato de irse libre de ellos “: VE” Jn8, 11 le dice Jesús a la mujer adúltera al final del pasaje
El culpabilizado no tiene sosiego, no sabe, no puede salir de su tormento y el evangelio le da esperanza, Que ni juzga ni condena como se anuncia y ocurre en este pasaje de la mujer adúltera..
El evangelio de Juan todo él lleva a la liberación espiritual y a un horizonte amplio y luminoso.
Mujer, ¿se han ido todos? Jn 8,10
No Señor, están todos, ninguna de estas enseñanzas de estos doctos misóginos ha sido cuestionadas explícitamente ni impugnadas dentro de la iglesia. Seguimos siendo sospechosas de incitar al mal y al pecado y somos féminas, tenemos una fe minor, que tiene que ser tutelada y estamos excluidas aunque lo revistan de terciopelo.
La ilustración :oleo de la pintora Tamara de LempicKa :La corona de flores