Tener voz propia.

¿No será el Mesías?

 Del evangelio de Jesús y la Samaritana Jn 4,1-45 (texto en nota) [i]

Como el Amado en el Cantar, Samaritana recupera en Jesús toda su vida. La vida que estaba desconocida  y velada para ella. Ella en el Canto, en la búsqueda, no lo veía. Sólo preguntaba. Pero la presencia de Jesús lo transforma todo. Ilumina su vida, la desvela a sí misma. Recupera todas las cosas Samaritana: Su voz, su autoridad, la vida no vivida. Trasfigurada en amor como don de Dios  se va a su pueblo y empieza a hablar con voz propia. Antes era una repudiada, fabricada por los ojos del hombre; ahora es una mujer que ha gozado  de su propia intimidad y de la intimidad de Jesús, con el que había tenido la oportunidad de recobrar su propia voz y su palabra. Decía V. Wolf que para escribir era necesario tener habitación propia. Pues para vivir y ser “humano” es necesario tener voz propia.

“Venid a ver a un hombre  que me ha dicho todo lo que he hecho ¿no será el Mesías?” Como recién brotada del corazón de Dios así se manifestó a su pueblo la mujer samaritana. El pueblo que la tenía marginada, señalada. Ella anunciaba que Dios ilumina nuestra vida con su luz aunque sean sombras. Las sombras son también luz. Un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho”. Dios no apaga la vida ni la oscurece, ni la corrige; da luz desde dentro de ella y libera todo el amor que hay en ella, pues ¿Qué si no, ocurrió en esta singular mujer que se desbordó en su pueblo invitando a conocer a un hombre profundamente singular y que había trasformado su vida y había derribado todos los muros que los separaba? “Me ha dicho todo lo que he  hecho”. El valor de Samaritana es que se reconoce cómo es ante su pueblo, con voz pública, no escondida. Conoció lo que en verdad era, pero lo que era no se limitaba al pasado, era también fuerza y dignidad humana recobrada, era presencia de Dios a la que invitaba a su pueblo. Supo desde dentro qué ocurría en su vida, descubrió que ella no era lo que los otros decían de ella. Pasó su vida ante Jesús, se adentró en sí misma y descubrió su valor y capacidad. En ello vislumbró al salvador. Ha tomado conciencia, ha descubierto en lo más íntimo del alma que Dios siempre ha estado con ella. No que Jesús era un adivino.

Una voz profética se gesta escuchando a Dios: me ha dicho todo lo que he hecho”. Samaritana se ve en una vida quebrada, atravesada por Jesús esa mañana, en la hora sexta. Tan quebrada que hasta el exégeta la presenta como signo del mal. (Qué ignominia para las mujeres) Tener voz propia fue el regalo entre Jesús  y la Samaritana. El encuentro con Jesús te da capacidad para emprender acciones poco comunes, como  Samaritana que anunció a Jesús a su pueblo. Samaritana había descubierto en ello al Dios presente en la historia acompañando la vida de todos. No se trata de una adivinación sino la constatación de que Dios está a nuestro lado siempre, que aunque no lo sepamos ni lo sintamos,  sus ojos, acompañan nuestra historia. Les anunció al Dios de la historia, al Dios encarnado, al que le importa todo lo que nos sucede; un Dios que no está lejos sino que está íntimamente a nuestro lado siempre, si dejamos brotar el agua de nuestro manantial, el agua de la vida, el agua de la presencia de Dios, el agua del cuidado de Dios brotará en todos

Le mueve la experiencia que ha vivido con Jesús en lo más hondo de su ser, que no acierta a expresarla ¿no será el Mesías? Una forma de decir: me ha visitado el misterio y no sé cómo contároslo. Habla de lo que vive y el misterio que la circunda. Las mujeres y hombres de su pueblo debieron alucinar con ella, pero la creyeron. Lo que sabe, lo pone a disposición de los demás, aunque fueran aquellos que la habían silenciado, que la habían marginado. Dio voz Samaritana a su propia experiencia, habló a los suyos desde su experiencia personal, y no de oídas, y los hombres y mujeres de Samaria la escucharon y la creyeron. No puedes anunciar a Jesús si no te haces en Él y, Él es la vida del mundo, por tanto lo escuchamos en la vida y aprendemos con Él en la vida. Samaritana es una invitación a no empequeñecernos ante la brumadora superioridad de los varones en la iglesia y de los célibes, a acabar con la desigualdad tan abrumadora y tan poco evangélica que hay en ella. Hay una necesidad de que la iglesia aliente y recorra otros caminos. El espíritu no conoce fronteras

El ser humano es un ser de palabra. El lenguaje es medio de expresión, es el espacio de la experiencia, y es creador de identidad. Porque el lenguaje es creador de la conciencia de sí, es tan importante tener voz propia. La voz, tu palabra, es tu autoridad. Las mujeres y los laicos que no tenemos voz propia en la iglesia carecemos de autoridad en ella. No sólo se nos niega la voz, sino la autoridad. La autoridad  es el valor de ti mismo ante los demás, y el caudal de respeto que suscitas. Samaritana recuperó su voz de mujer y autoridad religiosa en la intimidad con Jesús, revelándole éste quién era cuando le preguntó por el Mesías Yo soy, el que habla contigo”.  Un enorme empoderamiento de la palabra de la mujer ocurre en este pasaje, un empoderamiento de la mujer, dentro de sus costumbres y jerarquías religiosas. Los varones eran los únicos que podían leer e interpretar los textos sagrados, interpretando a Dios. Jesús se revela a ella, sin paliativos. La iglesia no tiene ninguna razón para seguir interpretando y tratando a las mujeres de forma tan injusta. Con las palabras vivimos igual que con la comida, dice Wittgenstein.

Ella esperaba un salvador de todos sus afanes, que les iba a resolver todas las dudas, ya no tendrían que buscar ni esforzarse porque él lo iba a resolver todo. Esperaba un arreglador de problemas y un explicador. En cada corazón se forma un tipo de Mesías, le fabricamos según nuestras necesidades. Podemos estar con Él y no verlo porque esperamos a otro, como le ocurría a Samaritana. Jesús se presenta a nosotros en forma de extraño, provocador, rompedor, con luz de presente, lo vemos si queremos mirar, como le ocurrió a Samaritana. El seguimiento de Jesús tiene que ver con saber buscarle dónde y cómo se manifiesta, con despertar el hambre  de ser. Satisfacer el  hambre de ser pasa por restituir el poder y la validez de cada voz. “Cada hoja es un milagro” decía el poeta W. Whitman pues yo pienso que cada palabra, cada voz, también son un milagro. Si el lenguaje produce al hombre/mujer como sujeto, poder tener voz propia   en  los lugares que habitamos: iglesia, trabajo, familia amistad, configura una personalidad, un carácter, una sensibilidad en definitiva una forma humana singular de ser y estar en el mundo, que no se te puede negar. Es un derecho inalienable porque desarrolla la dignidad humana y el sentido de ser en el mundo. Pero más importante si cabe porque como vemos en este evangelio está dentro del proyecto humano de Jesús y que se lo reveló a esta mujer, dejando a través de ella una huella, una dirección, para todas las que le seguimos y haciéndola testigo de que en cada corazón hace crecer la luz de la realidad divina, sin ninguna mediación. Negar la voz, la autoridad y la palabra a la mujer es inhumano. La mujer en la iglesia se hace un flaco favor manteniendo su voz y su palabra delegada en el clero, y la iglesia que lo mantiene se deshumaniza.

El amor crea la nueva relación humana. El amor en que crece Samaritana no pone límites a sus deseos, ni la frena su vida marginada, ni el daño que le ha producido ni la vergüenza; cinco maridos; nada refrena su deseo; la sed de agua viva. La sed de ser y de ser respetada. Sus deseos  se van trasformando hasta desbordarse en el anuncio.  Sus deseos, sus preguntas, le hacen retornar la voz con autoridad; a ella se la puede escuchar  y Jesús la escucha y la atiende en un continuo de amor. No pensó Samaritana en qué expectativas tuvieran de ella en su pueblo, ni lo que pensara, ni en las tradiciones  que la arrinconaban. Ella ha  encontrado en Jesús un suelo firme en que poder amar de nuevo

Anuncia a Jesús  como un revelador de la propia vida y un conversador “me ha contado todo lo que he hecho. Un dinamizador de la palabra, el encuentro y la amistad. Venid a verlo. Samaritana con una gran audacia, iniciativa, capacidad de decisión y determinación lo anuncia. Es muy poco común que alguien cuyo pueblo ha minado su autoridad pueda presentarse a ellos como profeta de la buena noticia.

Una nueva identidad samaritana; ya no es ella de todo el que llega, ella, puede estar con todos, dueña de sí misma, manantial que brota con autoridad y  futuro “Venid a ver a un hombre que me ha dicho…..”¿No será el Mesías? Exégeta de la palabra de Dios ¿Tendrán que ser los varones dueños de la interpretación de la Palabra? Aquí sin embargo es una mujer que descubrió al Mesías y al salvador Samaritana, exégeta de la Promesa.

Sentirse insuficiente, o que otros te lo hagan sentir es el legado de nuestra cultura patriarcal anclada sobre el eje de la dominación; el dominio del hombre sobre la mujer; dividir la sociedad en arriba y abajo; la iglesia lo hace con creces, su legado cultural es mantener este dominio. El legado de Jesús es arrancarte de esa dinámica de subordinación y romperla. Una de las primera mujeres que vio el peligro de la dependencia de la mirada masculina sobre la vida fue Teresa de Jesús, mantuvo una batalla abierta con el clero y la autoridad de la iglesia sobre las mujeres organizando  la actividad sin tutela masculina hasta dónde le fue posible. Ante la prohibición de la oración personal de las mujeres que reinaba en la iglesia decía “ Cuando os digan que esto no es para vosotros, no los creáis, que mejor será que hilen, Huir de ellos!”. Enseñó a sus hijas a ver a Dios y al mundo con ojos propios y se quejaba de la mirada censora desaprobatoria del clero sobre la mujer y se dolía: “No hay virtud de mujer que  no  tengan por sospechosa”.  A Santa Teresa de Jesús, Doctora de la Iglesia la silenciaron en su tiempo y la siguen silenciando ahora, un ejemplo: corrigieron el titulo que puso a su obra que conocemos como “Camino de perfección” cuando ella lo había titulado como “Camino de vida”. Son dos títulos que tienen muy poco que ver uno con otro .Hoy se cuenta ese detalle, pero no se cambia; se sigue manteniendo la voz del varón que cambió su titulo. Según el titulo con el que afrontes la lectura, iluminarás  camino u otro. Eso que es Doctora de la Iglesia. Otra mística y filosofa del siglo XX María Zambrano se dolía de lo mismo, decía “Ser mujer es renunciar”. Sabía que había un mundo reservado a los varones, y luchó porque no fuera así. Tener voz supone representarte a ti misma, poder participar en la sociedad, en la iglesia, establecer límites poder decir  que sí o que  no. Tener voz es tener libertad. Ninguna realización personal puede darse sin un clima de libertad. Sin libertad no hay persona, y sin persona no existe el Dios de la Encarnación.

Los modelos de espiritualidad que propone la Iglesia y la relación con Dios y las liturgias están diseñados sin la experiencia de mujeres y a espaldas de los laicos. ¿Puede haber verdadera comunión si falta la experiencia  de una mitad de la humanidad? Los ojos son las ventanas de la libertad, dependen si miramos con los nuestros o miramos con los de otros. Si miramos con los ojos de otros no estaremos realizando nuestro propio camino, estaremos realizando el de otros. A veces se acude a la tradición para no querer cambiar las cosas y lo que ocurre es que con mucha frecuencia se confunde costumbre con tradición y otras no quieren ver las veces que la tradición se ha equivocado. Es necesario dar voz a nuestra experiencia y procesarla sin subordinación a un punto de vista extraño. “No poner a otro cualquiera en el lugar de Dios” decía S. Weil.

 “Dame de beber para que no tenga que venir a por más agua” para liberarme de esta carga. Me admira la ternura e ingenuidad de esta mujer, su confianza en Jesús y cómo Jesús la hace fértil. La experiencia es el terreno donde se hace verdadera la palabra de Jesús, y también la de la mujer. Y es en ella donde recobra su dignidad y por fin tiene voz propia. La primera experiencia de libertad la tenemos cuando aprendimos a hablar. Tener voz propia es la vida. Me admira este milagro de Jesús, lo que hace con esta mujer y el pueblo samaritano. En Jesús se funden todas las fronteras, trastoca clara y taxativamente los campos espaciales asignados al varón y la mujer por la cultura patriarcal. Me parece fuertemente simbólico que diga el Evangelio que dejó su cántaro junto al pozo, el de la laboriosidad doméstica (Yo que iba por agua a la fuente con cántaros  sé todo lo que significa esto) me admira como la mete de lleno en el campo del saber, la interpretación de las escrituras, hacer la historia (que era sólo cosa de varones) recibir la revelación de Jesús. Dice el evangelio que su pueblo la creyó, creyó en lo que decía. Cuánto amor debió recibir Samaritana porque se necesita estar muy encendida  en Dios para invitar a su pueblo a ir con ella a ver a un hombre y que ellos la siguieran. Ellos le abrieron su hospitalidad a Jesús. La gratuidad es una experiencia que disuelve el instinto posesivo tan contrario al encuentro con Dios. Deseó el agua Samaritana para no cansarse “dame de beber para no tener que venir al pozo”. Sin embargo bebió del agua de la sabiduría, de la autoridad. No dejó que el peso de su pasado ahogara su futuro. El que se devalúa a si  mismo devalúa todo lo que recibe. En ningún momento se acobardó con su realidad. Supo vivir la experiencia que Jesús le ofrecía, y supo regalarla a su pueblo. Tener voz propia, saltar tus propios límites es necesario para que la fe que tenemos pueda vivir en nosotros, porque la fe es rigurosamente personal. Le enseña Jesús sobre la potencia del corazón, que no, de la doctrina; le regala el dinamismo de la buena noticia  que llena al alma de deseo e iniciativa, de tal forma que le hizo volar. Ella aprendió  a dar nombre de nuevo a las cosas

Recuerdo a tantas gentes, tantos pueblos, tantas mujeres que tienen los horizontes cortados con tijeras, donde los pájaros y las flores huyen despavoridos. Hoy duele mucho más  si cabe la exclusión, porque tenemos más recursos, más conocimiento y más experiencia; pero no nos hacen mejores. Tiró del hilo de Jesús, Samaritana y lo enhebró con su pueblo, el milagro del encuentro con Jesús, que anuncia que Dios bendice nuestra historia y está deseoso de crecer en ella. Fue del cántaro al corazón, a su propio corazón, al corazón de Dios. Dejó el cántaro allí, dejó su vida infecunda, lo dejó todo con Jesús y se llevó su aliento y su vida. Cuando ocurre esto sólo puedes cantar la gloria de Dios, la nueva experiencia de vida ¿No será el Mesías?

Con enorme generosidad explicó a su pueblo, los frutos del encuentro con Jesús. “me ha adivinado mi vida”. Mi nueva identidad tiene un manantial  que brota dando vida eterna. El encuentro con Jesús cambia radicalmente la vida. La compasión de Jesús es una compasión existenciadora.  Samaritana se llevó la luz del Reino de Dios y dejó que la escuchara su pueblo a través de su voz, cuando esa luz era también luz de ella. Convirtió Samaritana la situación de desencuentro ente pueblos en puntos de esperanza «dejó el cántaro junto a Jesús y partió. Seguro que escuchó en silencio el amor de Jesús diciendo algo así como: “Mis ojos se han gastado en tu hermosura, pero tú eres mis ojos y mi voz”.

El carácter universal de Jesús lo aleja de esquemas y conceptos culturales de segregación y reduccionistas. Dios es universal, ni de judíos, ni de samaritanos. Samaritana no tenía voz, no tenía prestigio, tenía un espacio bien reducido y cargado de prejuicios, y llegó muy lejos; ella arriesgó y fue acompañada del espíritu de Jesús. No tienes que llegar a mucha gente; tu espacio no es un obstáculo para Dios. Tener voz propia en la sociedad, en la familia, en la iglesia, con los amigos, con los desconocidos. No resignarnos a “eso es lo que hay”. La resignación  parte de la sumisión y del sometimiento; es la antesala de docilidad y la negación del ser.  Está claro que este evangelio derriba las estructuras  sacrales  misóginas y los contenidos de exclusividad, diríamos los liderazgos privilegiados; hay que abrirse a otros referentes desde todos y todas  no sólo desde los varones; desde el amor que se toca y se abraza, no solo y en exclusiva desde el mundo célibe. En este evangelio Jesús y Samaritana rompen todas las fronteras y prejuicios; sólo cuando se restaura la equidad en las relaciones humanas, cuando se restablece el vínculo social y se superan las disputas mezquinas, Jesús entra y se queda. Así dice el final del evangelio que “Jesús se quedó dos días can los samaritanos”… Este evangelio exige una radicalidad del corazón y también de la cabeza. Dios no nos quiere sin pensamiento, sin inteligencia y todo lo que de ello se deriva. Este pasaje es el evangelio  donde Jesús convierte la fatiga de las mujeres en manantial de Dios. Samaritana figura para el encuentro y el compromiso con la autenticidad, buscadora de verdad y verdades, una figura para el cambio. Si el lenguaje es creador de conciencia de sí, ¿Qué conciencia de creyente en Jesús podemos tener si todo el lenguaje es prestado?

Las mujeres “no consagradas”, en la iglesia estamos obligadas en lo espiritual a recorrer el camino que han hecho y que es de otros y otras. El modelo por excelencia de santidad para la mujer es la virginidad ¿Si queremos que se mantenga la vida, no es esto un disparate? Es una espiritualidad de célibes y nombramos a Dios con palabras de los varones y los célibes, que se arrogan la preeminencia espiritual y la delegación de nuestra voluntad y nuestro pensamiento en ellos. Nos quieren mudas “las mujeres, cansadas, callamos no porque no tengamos nada que decir, sino porque no podemos decir todo lo que llevamos dentro y quisiéramos alumbrar” Son palabras de Sor Juana Inés de la Cruz que suscribo como laica en la iglesia.

Samaritana dejó el mundo nombrado por otros, para renombrarlo ella: consiguió tener voz propia y en su pueblo abrió un espacio de concordia y amistad. Sin buscarte te ando encontrando bien amado por todas las partes. Digo a la iglesia, con la poeta  cubana Dulce María Loynaz “si me quieres no me recortes: quiéreme toda o no me quieras”

 

 

 

[i] https://elblogdemaribelserrano.com/jn-4-1-45-jesus-y-la-samaritana/

Le dice la mujer:

-Sé que vendrá el Mesías  -es decir Cristo- , Cuando él venga, nos lo explicará todo.

Jesús le dice:

-Yo soy, el que habla contigo.

En esto llegaron  los discípulos y se maravillaron de verlo  hablar con una mujer. Pero ninguno le preguntó qué buscaba o por qué hablaba con ella.

La mujer dejó el cántaro, se fue a la aldea y dijo a los vecinos:

-Venid a ver a un hombre que me ha contado todo lo que yo he hecho ¿no será el Mesías?

Ellos salieron  de la aldea a acudieron a él.

 

 

 

2 comentarios
  1. Miguel
    Miguel Dice:

    Muy acertada reflexión sobre este Evangelio del encuentro de Jesús con la mujer samaritana de profundo significado. Es un grave error de la Iglesia Católica mantener a las mujeres apartadas y excluidas del sacerdocio,fruto de una concepción patriarcal del ministerio sacerdotal con raíces en la tradición judía. No se puede pasar por alto sin darle la importancia que tiene al hecho de quienes acompañaron a Jesús camino de la cruz, quienes estuvieron al pie de la cruz, junto a Juan y a quienes se aparecio en primer lugar Jesús resucitado: mujeres. Creo que en la IC se necesita una verdadera teología de la mujer y ponerla en el lugar que merece dentro de la IC en absoluta igualdad con el varón. En ningún sitio de los Evangelios se recoge que Jesús discriminara a la mujer frente al varón. Además Cristo podía haber elegido venir a este mundo de otra forma, por ejemplo como un hombre ya adulto, pero eligió una mujer como Madre, y nacer como todos los hombres. Hace falta derribar el muro que impide a las mujeres y a los laicos participar plenamente en la vida de la iglesia y no tan sólo como actores secundarios.

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