”La belleza es un fruto que se mira sin alargar la mano”

¿No será el Mesías?  Jn 4,29

¿Puede ser la evangelización una técnica de trabajo? ¿El anuncio del evangelio puede ser algo distinto a un asombro? ¿Se puede hablar de Jesús desde el poder? ¿Podemos separar el evangelio de la alegría y la participación?

La samaritana fue la primera persona que anunció que en Jesús se cumplían todas las promesas y que en él estaba el futuro de los seres humanos, pero su siembra profética la hizo con un asombro, con una esperanza, con una pregunta ¿no será el Mesías? Debió de ser muy intenso el encuentro de samaritana con Jesús. Muy profundo y verdaderamente, debió recibir todo el amor de Jesús que dinamizó en ella la imperiosa necesidad de decir, de compartir, de anunciar; dice el evangelio que “Dejó pues su cántaro la mujer, se fue a la ciudad y dijo a los hombres: Venid a ver a un hombre que me ha contado todo lo que hecho.  ¿No será el Mesías?” Jn 4,28-29 (El evangelio completo está en esta sección) El amor no puede callar. Posiblemente la samaritana estuvo entre el deseo ardiente de guardar la experiencia para sí, de saborearla, callando ese amor que ella más que nadie sabe que es nuevo, y el deseo de  hacer arder la misma esperanza que a ella se le ha dado, las aguas vivas de Jesús, en el corazón de su pueblo. Se fue a ellos con el corazón alzado.

¿Cómo predicar la experiencia íntima inefable de Dios, su palabra encarnada?

En la toma de posesión de este cura que narré en el comentario anterior, tuve la sensación  que la esfera legal es el ámbito de su poder y de su ejercicio. Como los fariseos en tiempos de Jesús que lo único que les importaba era preservar su hegemonía  y utilizarla como instrumento de dominio;  y como tal, en esta toma de posesión no faltó la palabra poder. El vicario investido de autoridad se entregó a ello “Te doy el poder… por el poder que se me ha concedido el obispo… te doy el poder de administrar sacramento…… dirigió  al párroco  por todas las zonas donde se hacía visible su poder: confesionario,  sagrario, pila bautismal…llaves. Toda la riqueza que debería tener la celebración de la Eucaristía,  de una liturgia, congelada en un artificio al servicio de la exaltación del poder sacerdotal. ¡Palabras sin siembra, palabras y gestos   sin anuncio! Y pensé: ¿se puede trasmitir la experiencia de Dios y la de la iglesia en clave de dominio, de posesión y de poder? No lo creo. ¿Qué pretendían trasmitirnos con esto en aquella ceremonia a los convidados de piedra? Recuerdo que ni Jesús ni los fieles estaban en el documento canónico de juramento de toma de posesión. (Ver lo referido en la entrada anterior) Esto queda marcado en la memoria y me temo que en la pedagogía de la iglesia, que cada vez se aleja más de sus fieles y de la sociedad. El amor es lo opuesto al poder

Contrasta profundamente con la experiencia en el anuncio que hace  la samaritana, con un temblor, con un asombro, con una interrogación, con una esperanza, con un profundo amor a su pueblo, con un respeto, como creo que sólo se puede acercar uno al misterio y  expresarlo. ¿No será ésta la forma del anuncio, que tiene que generar toda la emoción temblor, admiración, asombro, adoración y libertad que produce el encuentro con Dios? La pregunta abre la puerta a la recepción del mensaje y a la participación de él, las preguntas son un deseo de luz de avanzar. Muchas cosas debían  de bullir en el corazón de esta mujer, ahí iban todas en su pregunta: ¿no será el Mesías? La pregunta abre la posibilidad de la búsqueda,  de ir más allá, de alzar la vista, porque el Dios de Jesús  no es un Dios cerrado que precise llaves para abrir ni conecta con nosotros mediante la magia, ni poderes terrenales. Sólo su gracia, su don de sí. ¿Cómo pueden las leyes canónicas dejar afluir el misterio de Dios si son  instrumentos de poder  de unos pocos? Es una pregunta.

“Sólo el que sabe preguntar puede alcanzar la verdad” decía Sócrates. Ni un solo espacio había en esa celebración donde cupiera una pregunta, un temblor, un asombro por la grandeza y la generosidad de Dios. Nada que hablase de la verdad y el corazón. ¡Leyes canónicas!

¿No será el Mesías? Contrasta en la pregunta la humildad de la Samaritana, la grandeza, con lo chato y concreto de esta celebración. Ella  a quien Jesús le había comunicado su ser más íntimo, anuncia el misterio con la pregunta, en ese respeto, en esa incapacidad de apropiarse del misterio por su misma naturaleza que le había sido revelado por Jesús; con la pregunta, desbordándose la experiencia de esta mujer en ella. La pregunta será compañera del anuncio, porque lo que se anuncia no lo podemos atar, asegurar,  tener como una foto fija y menos subordinar a mecanismos de poder. ”La belleza es un fruto que se mira sin alargar la mano” decía S. Weil. Desposeída de todo poder y apropiación.  La pregunta abre a la participación en igualdad, al acompañamiento a la experiencia, abre al misterio, a contemplarlo como se contempla la belleza. Todo lo contrario de: “te doy el poder…” ¿Para Qué?

Hablamos en torno de la pandemia y decimos  que en esta crisis saldremos todos mejores. ! Ni pensarlo! No podemos decir que vamos a cambiar y no querernos mover ni un ápice del sitio en el que estábamos, en ningún nivel de la sociedad y en todos los actores sociales incluidos la Iglesia. Cambiar sin que cambie nada nuestra vida. Vivimos una crisis que no se puede resolver apaciblemente sentado y esperar que pase la tormenta. Los caminos que dejemos de andar nosotros, nos los transitarán otros

Seguir viviendo la vida con criterios ya caducos inservibles en momentos de desgarros porque somos incapaces de dar respuesta a la gravísima crisis que vivimos, que no es sólo sanitaria y económica que es profundamente moral y espiritual. Las aspiraciones de nuestra iglesia (lo que manifiesta cuando habla), no digo el papa, es quedarse como estaba. Todas las iniciativas que hace y sus preocupaciones van en dirección a  preservar su estatus. Mismas respuestas para problemas totalmente nuevos, sin innovar ni arriesgar ni siquiera pensar la posibilidad de cambiar algo. Es decir quedarse como estaba, con grandilocuencia, pero como estaba. ¿Dónde está en esta pandemia el anuncio  de Jesús, el  dialogante, el promotor de la amistad entre los pueblos, el que hacía justicia a las víctimas el que respetaba profundamente la diversidad y a todos los seres humanos como hizo Samaritana a su pueblo? ¡El Jesús que era el grito de los pobres, desamparados y  excluidos; y gritaba lo que gritaban ellos! Si no nos movemos de dónde estábamos, saldremos peores, mucho peores, seremos cómplices de la injusticia, con conocimiento de causa, porque sabemos muy bien lo que está ocurriendo, tenemos perspectiva y tenemos muchos elementos para poder analizar y posicionarnos; el papa Francisco aporta más elementos de análisis en Fratelli  Tutti ; seremos también muy irresponsables con la vida que se nos da. Seremos  de los que como en el evangelio, entierran el talento para que no se desgaste, y a dormitar. Eso si no nos toca la desgracia. Esa actitud  es profundamente corrupta.

¿Y nuestras aspiraciones personales cuáles son? ¿También quedarnos como estábamos?

Esa ceremonia a la que me estoy refiriendo de toma de posesión,   representa tan ostentosamente el poder sacerdotal, que  es contraproducente y más, y retrata las poderosas razones para no cambiar nada. Para anunciar el evangelio Samaritana me enseña  que hay que dejar el horizonte abierto y escuchar el rumor de la tierra. Hay que sentir al sabor de las palabras antes de decirlas, y sentir el sentir del pueblo, la vida de la gente; y eso requiere respeto y libertad y ejercer de personas, con personas, que difícilmente se concretan y visibilizan en las manifestaciones del poder jerárquico. Mucha libertad y humildad como la que tuvo la samaritana con su pueblo. ”Me ha dicho todo lo que he hecho” Mucho sobrecogimiento, y mucha escucha y atención. El anuncio más que con las formas tiene que ser como las violetas, que antes huelen que se ven.

“Venid a ver a un hombre que me ha contado todo lo que hecho.  ¿No será el Mesías?” La samaritana, creo que quiere que cada persona que la escucha de su pueblo, como ella, llegue a su conclusión personal. Una invitación que les hace abriéndoles a la esperanza. Por eso les comunica su experiencia con esa  pregunta ¿No será el Mesías? Cada uno o una que llegue a Él desde sus preguntas, búsquedas e inquietudes, desde sus esperanzas y sueños, pero que se pregunten siquiera por su vida.

 

La pedagogía que ha dominado nuestros sistemas de vida  y catequético no ha sido precisamente una pedagogía dialógica, ha sido muy autoritaria  y pagamos en nuestra forma de ser y pensar, por ello.

¿No será el Mesías? Es una actitud también de disposición a escuchar.  Un mundo enucleado en las relaciones  y no sabemos dialogar y preguntar, y sin espacio para ello, y se ve en algunos ámbitos como poco correcto. ¿Una religión que es la del amor y no hay cabida para la pregunta  el dialogo y el acuerdo? No preguntar es no vivir, es renunciar a hacerte un espacio en el mundo y en la iglesia, y no permitir la pregunta te cierra injustamente  ese espacio de vida. La pregunta te abre al conocimiento y al encuentro con Dios  y contigo mismo, como le sucedió a la samaritana. En este evangelio ella pregunta a Jesús seis o siete veces. No hay que tener miedo a las preguntas, a las dudas,  las propias y las ajenas. Hay que dar posibilidades a los fieles  que las hagan y se puedan expresar con autoridad.. Es profundamente fecundo. Esta mujer después del encuentro con Jesús y sus muchas preguntas sacó la esperanza de la intimidad a la vida pública. Antes, ella había roto el estatus quo en el que vivía. Había cambiado y se situó ante la nueva realidad que traía Jesús, proclamándola y abandonando ella los prejuicios religiosos y culturales. Abrió a la fe de Jesús a su pueblo. Dice el evangelio: “muchos creyeron en él por lo que ella les había contado. Es llamativo que una mujer con esa experiencia  de pobreza de autoridad y sufridora de un gran desprecio (era una malquerida) se presente a su propio pueblo y diga con autoridad, y pida con autoridad, que la acompañen a ver a Jesús “venid a ver a un hombre…..  El anuncio creo que como en la Samaritana debe realizarse  ¡sin poder! y fraguarse en las crisis que vivimos. El corazón de la samaritana se desbordó con su pueblo. Sacó fuerza y sabiduría del encuentro con Jesús. Una religión exclusivamente de varones Jesús la trasformo en una experiencia de mujer.  Esta mujer malquerida y mala amadora casi perdida, anuncia con eficacia al Mesías. Su secreto: se encontró profunda  y honestamente con Jesús, consigo misma y la vida de los pueblos y se desbordó con respeto en humilde  amor a los suyos. ¿Cómo predicar la experiencia íntima inefable de Dios, su palabra encarnada hoy en tiempos de mucha desgracia e injusticia?

Venid a ver a un hombre que ha estado conmigo y se ha estremecido el viento. Que me ha dicho todo lo que he hecho, la vida que navegué sin rumbo. Un hombre que ha estado siempre en mi desgraciada vida y que abre horizontes dónde sin exclusión cabemos todos .Que me ha liberado el amor encarcelado. Que me ha enseñado a pasar por la vida desgranándola, a rezar tocando la tierra, que no quiere el llanto en los rincones. Que no estamos solas. Que quiere que todas y todos estemos en  la vida sin que excluyamos a nadie. Que recemos  dándole la lucha y el temblor de cada día, porque así andaremos de verdad juntos por el corazón de Dios, por eso vengo a invitaros: “Venid a ver a un hombre que me ha contado todo lo que hecho.  ¿No será el Mesías?”

 

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