Ser alguien para otro, y comer para vivir

Del Evangelio “da de comer a cinco mil” Jn 6,1-15  

texto evangélico pinchando en este enlace: 

Juan 6, 1-15 Da de comer a cinco mil – El Blog de Maribel Serrano

 

Los alimentos no sólo se componen de nutrientes, sino también  de significaciones,  no cumplen sólo una función fisiológica sino también, social, ética y espiritual, y no se digieren exclusivamente mediante procesos orgánicos sino a través de representaciones que vienen de fuera. Este evangelio es buena prueba de lo que digo, está lleno de simbolismo universal y una compostura ética sin precedentes.  La comida cubre nuestra necesidad biológica pero también evoca nuestros deseos vitales, deseos que se inscriben en nuestro mundo interno. Dos necesidades básicas del ser humano se satisfacen en este evangelio: el hambre y el amor

Estaba Jesús con sus discípulos al otro lado de Galilea, y le seguía un gran gentío,.  Jesús decidió dar de comer a 5000 hombres que le seguían sin contar mujeres ni niños, con 5 panes de cebada y dos peces. Le habían dicho sus discípulos ¿Qué  es esto para tantos?

En este evangelio bendice Jesús el pan. El pan, que es fácil que haya sido el primer alimento elaborado de la historia.  Pan de cebada, alimento básico ligado a las clases humildes,  es el aporte de los humildes al banquete universal. Pocos pensadores, pocos hombres y mujeres han confiado tanto en la capacidad subversiva y desconcertante de la potencialidad de lo pequeño como hizo Jesús durante toda su vida. Este evangelio es buena prueba de ello.

“Había hierba abundante en el lugar”. Así describe el evangelio el lugar donde se produjo el milagro. Un lugar hermoso, fértil, y en su conjunto profundamente simbólico y universal. Cuando llegué a este versículo, me evocó la comunión con la naturaleza, el cosmos, y con el creador ¿Qué otra cosa si no, quiere significar? Lugar hermoso y relajante, que acoge y proyecta, lugar de horizontes abiertos donde se juntan el cielo con la tierra. !Profundamente hermoso! “Belleza y hermosura atraen los ojos: mejor que las dos, un campo que verdea” Eclesiástico 4, 22

Comer es una necesidad biológica humana básica; para sobrevivir el ser humano tiene que nutrirse. El individuo tiene otra necesidad básica: el amor. El hambre se satisface con el alimento; el amor realiza nuestro deseo de ser alguien para otros y esto es lo que se satisfizo en este pasaje, el de ser personas que importan a Jesús. Se anticipó a las necesidades de los que le seguían. Dice el evangelio: “viendo el gentío que le seguía, preguntó a Felipe ¿Dónde compraremos pan para dar de comer a esos?”

 Se saciaron las dos hambres  del ser humano: ser alguien para otro, y comer para vivir.

Jesús, que había estado en amistad en el monte con sus discípulos, quiso extender su amistad a todos los que le seguían, en un lugar dónde no había altar ni mesa.  ”Había hierba abundante”. El altar, la mesa, era el universo entero. Una experiencia de plenitud participada por todo lo creado. Una experiencia sublime estaba sucediendo con Jesús. La yerba viva como un ser que respira, me pareció llena de personalidad y poder comunicativo. La naturaleza, que no es forma sino proceso de puesta en relación; que no es totalidad, que es reunión, que es asamblea, es inseparable de todos los procesos de comensalidad y convivencialidad que se van elaborando entre seres vivos diversos,  heterogéneos, como ocurre en este milagro en el que se recrea un tejido de relaciones que no son interiores a un todo, sino que es el todo el que resulta de esta experiencia bendecida por Jesús. “Tomó Jesús de manos del muchacho los cinco panes y los dos peces, y bendiciéndolos los repartió”.

La naturaleza aquí no es un anexo, ni un paisaje que contemplar, ni un refugio, ni algo anodino;  es una naturaleza que  involucra, que  sorprende, porque  lo que se dice, y se ve en ella, ofrece contexto al milagro. La hierba viva como un ser que respira, me hizo respirar a mí. Me pareció al leer el pasaje que estaba llena de personalidad y poder comunicativo. Narra el evangelio una experiencia cósmica y mística para explicar la sobreabundancia de Dios y para hacernos participes de ella, pero también narra el profundo poder del desprendimiento y la generosidad. Un mundo nuevo sale de este encuentro. El papa Francisco lo recrea en sus encíclica “Laudato si”. Lo que me evoca que ocurre en este pasaje, las acciones que se despliegan, son un ofertorio, la presentación del universo vital que se ha descubierto: La inmediata aceptación del hecho humano extraordinario de existir y la más grande exaltación de la vida. ”Alzando los ojos al cielo los bendijo”. El encuentro de comunión humana y universal. Es una comunión porque no se funden los elementos como la gota en un océano; no se confunden entre ellos; hay una alteridad; el milagro detalla muy bien la heterogeneidad de los personajes, lugares y  símbolos; y Jesús hace que algo ocurra entre ellos: Una Comunión, creando relaciones vivas entre todos de amistad y cooperación; relaciones vivas con la historia (pasaje que evoca la salida de Egipto con una nueva tierra ya no prometida sino vivida en el acto) relaciones vivas con  el trabajo visibilizado en el pan y los peces, con la naturaleza, y entre los seres humano y el universo entero. Jesús en esa bendición de panes y peces, en aparentemente  tan poca cosa, acoge las expectativas, las experiencias de los que seguían a Jesús: sus luchas, sus esperanzas, y a los discípulos en amistad con Jesús a pesar de sus despistes, sus anteojeras, y su confusión, pero sin embargo, su deseo firme de vivir junto a él aunque no le comprendieran. Allí estaban todos realizando esta experiencia de comunión y universalidad en torno a Jesús celebrando el banquete universal al que Dios convida; comiendo el pan compartido y repartido. El pan atravesado por la historia humana y la presencia de Dios. Dice el evangelio que “Comieron hasta que se saciaron”, en un acto sin precedentes de comprender el bien (la propiedad) no sólo como propio y ajeno, sino como bien común: “Jesús tomó los panes del muchacho los bendijo y mandó repartirlo”. El misterio de hacer de lo pequeño, algo que les sirve a todos; el saber desprenderse de lo que se posee por el otro, para los otros. Esto es lo maravilloso que sucede y viene de la pequeñez  del niño. Lo imposible hecho posible. En esos 5 panes de cebada y 2 peces y el niño,  están simbolizadas toda la abundancia de la vida y toda la historia humana y la capacidad de bien de cada ser humano.

El ser humano en su dinamismo y especificidad se constituye en el encuentro con el otro, se hace ser humano en ese encuentro y, todo corazón humano espera que se le haga el bien y no el mal; eso es lo que es sagrado, antes que ninguna otra cosa. Lo que dice el evangelio con todo su simbolismo es que el bien del otro es mí bien. Los cinco panes de cebada y dos peces del chico son el bien de todos, indispensable para comprender el bien común. “Comieron cinco mil, y mandó recoger los doce cestos que sobraron”. Pan de cebada, alimento básico ligado a las clases humildes, es el aporte de los humildes al banquete universal. El pan, que es fácil que haya sido el primer alimento elaborado de la historia. Pan de cebada elaborado por las manos laboriosas de alguna persona, las anónimas manos de la madre del chico, tal vez. Dios responde ante el trabajo fiel y honesto y lo bendice. Toda una rica simbología y espiritualidad resumida en el pan de cebada.

“Les ordenó Jesús que se sentarán juntos”. Esto también tiene su importancia. Algo que parece muy simple como sentarse juntos, pero no lo es; pasa por aprender a ser uno más, y uno de ellos, y esto cuesta. Cuesta participar de los dones de otros y reconocerlos; cuesta entrar en la dinámica del dar y el recibir, porque pone de manifiesto lo que dice Jesús en este evangelio, y es que nos necesitamos unos a otros. Todos, hasta el más pequeño es necesario. Lo que caracteriza fundamentalmente el compartir es el don que supone un acto libre, lo que es un alimento para la persona como tal y el desarrollo de la fraternidad que genera. Cuando se comparte no hay espacio para el cálculo, nos encontramos con la gratuidad del gesto. Lo que está en juego en este pasaje evangélico, en este momento de la vida de Jesús es el nacimiento de un mundo que permita a los hombres vivir juntos para el bien de todos. Experiencia que cobra hoy actualidad en este tiempo que pensamos un futuro  de  postpandemia. Tiene una profunda actualidad por que en este evangelio están las claves del nuevo mundo para Jesús, y lo están también para nosotros hoy, del mundo que surgirá de esto que vivimos, que puede ser más humano  o profundizar la inhumanidad en la que vivíamos, y agrandar y agravar las diferencias. Obviamente al orar con este evangelio me surgen preguntas para hoy ¿Seremos capaces de construir un futuro juntos? ¿Somos siquiera capaces de imaginarlo? ¿Seremos capaces de comprender que el trabajo por el bien común y los cuidados son los que sostienen la vida, que es uno de los mensajes de este evangelio? ¿Seremos capaces de pensar que la pandemia no es sólo una crisis sanitaria y también  social, pero por encima de todo, ecológica? Este es un evangelio que nos  tiene que cambiar profundamente a los cristianos nuestra forma de ver la vida y estar en el mundo.

Con la comida, con la alimentación se ponen en marcha procesos menos sencillos que el de la nutrición y la sobrevivencia; procesos de diferente orden, ecológico, económico, cultural, religioso, incluyendo una dimensión imaginaria, simbólica y social; y una dimensión profundamente política, y en este evangelio lo es en grado sumo, porque repartir los alimentos y compartir, lo es, como lo es también una dimensión transcendente, no sólo porque es palabra de Dios, sino por el propio contenido relacional y de reparto de bienes.

“Comieron hasta que quedaron saciados”.  Este sentimiento de plenitud que sintieron los cinco mil hombres no brotó de la tierra ni de los bienes de la Tierra que comieron, ni del propio ser humano. Brotó del encuentro entre todos y todo, también con la naturaleza representada en la yerba verde encuentro propiciado por Jesús. Esta experiencia funda las bases de una ética relacional. De esta forma de relacionarse  surge una ética nueva que proporciona un sentido a la existencia común, dejando atrás las concepciones individualistas del hombre y su ser social. Una ética mas allá de una determinación externa que regule una acción humana para evitar el mal y hacer el bien, porque el bien no está ahí, sino que se presenta y emerge, palpita en el darse y en el recibir.

Jesús acogió en este pasaje las necesidades vitales del ser humano, alimentarse y ser importantes para otros, es decir la necesidad de ser amados, ese deseo vital de ser amados. El cristiano no pude desarrollar su vida sin estas claves si es un verdadero seguidor de Jesús

La yerba verde aporta contexto a este pasaje y le ha llenado de simbolismo,   profundamente abierto y receptivo al misterio, no sólo  porque, cómo decía Whitman “que cada hoja es un misterio y cada yerba recorre el camino de las estrellas”, sino porque nos transmite una realidad: nadie existe por sí sólo. No podemos olvidarlo.

San Juan de la Cruz para cantar la presencia de Dios en la vida, en el poema más bello de la historia, el Cantico espiritual, eligió a la naturaleza. Por algo sería.

“Mil gracias derramando,/Pasó por estos sotos con presura,/Yéndolos mirando/Con sólo su figura /Vestidos los dejó de su hermosura.”

NOTA: Continuaré con este evangelio en  las siguientes entradas

Juan 6,1-15 Da de comer a cinco mil

 

 

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