Allá donde las flores se abren sin cesar.
“Yo os envío a cosechar donde no habéis trabajado” Jn 4,38
¿Qué curso, qué evolución, qué iglesia sería hoy si este versículo hubiera sido el espíritu de su misión? ¿Qué seriamos hoy para la sociedad si de todas las fórmulas que aparecen en el evangelio del envío de los apóstoles, se hubieran fijado en estos versículos 35-38 para significar su misión y la experiencia de la fe? Me hice estas preguntas durante la celebración de la toma de posesión de un nuevo cura en la parroquia de mi pueblo, que me dejó estupefacta. El vicario nos invitó a estar atentos en el momento “álgido” en la celebración en el que el cura lee su compromiso en el altar: Juró lealtad al obispo y se comprometió a respetar y ser fiel a todas las leyes de la iglesia. Ni una referencia a la fidelidad a los fieles que asistimos como convidados de piedra, y lo que es más llagante, ni una referencia a Jesús la razón de ser de la Iglesia y mi razón de pertenecer a ella. Estoy situada en el texto de la mujer samaritana que pueden leer en este apartado del blog (“El cielo puede abrirse”)
Yo creo que no hubiera ocurrido esta celebración, y este documento no existiría si se hubiera prestado más atención a este evangelio. Jesús que era un hombre de realidad y de realidades y de mucho realismo ¿Cómo les dice esto a sus apóstoles “alzad vuestros ojos y contemplad los campos que ya están para la siega” cuando faltaban cuatro meses y les envía a cosechar dónde no trabajaron? Tuvo que ser muy intenso el encuentro con la samaritana para desbordarse de esta manera. ¿Qué es lo que quería trasmitir a sus discípulos?
Ese encuentro tuvo que llenarle de sabiduría y de una experiencia del espíritu muy fuerte pues solo así se puede decir:
“¿No decís vosotros que faltan cuatro meses para la siega? Pues yo os digo: levantad la vista y observad los campos que están clareando para la cosecha”. La imagen fundamental: la vista y la mirada dirigida hacia la fecundidad; se trata de una imagen de fertilidad, de creación, abundancia y exuberancia. No se trata de velar la realidad sino atravesarla, llegar al fondo de la misma, a la que no se llega con los ojos. ¡Qué paradoja! Poner los ojos en la extensión del mundo en la humanidad entera que la puebla. Contemplar la vida propiciatoria de espacios sin fronteras.
Contemplar la pura gratuidad de la vida y de todo el universo. Expandir vuestra visión sin encogerla, sacarla de los esquemas de ayer que la aprisionan. Contemplar la pura gratuidad, la abundancia, y la fuerza de todo el universo. Nada que ver con la apropiación de Dios y del sentido de la vida que se hace en estas liturgias y la exhibición de poder del clero.
“¿no decís que quedan cuatro meses para la siega? Contemplad los campos que están clareando ya para la cosecha”. El tiempo se convierte en extensión en universalidad y la mirada se revela incapaz de dominar el espacio. No podéis poseer nada y todo es recibido y es de todos, parece que les dice Jesús. -“Alzad la vista….“ y contemplad los campos llenos de esperanza. Ese es el desafío de la mirada. Mirar la vida hasta que brote luz de ella. Una apertura a la luminosidad del mundo. El amor es la mirada del alma, es detenerse un instante para esperar y escuchar.
Es una forma de decirles también: Apartad la vista de vosotros mismos, la vista que os encierra; levantad la vista de vuestra realidad chata y posesiva, de vuestra cotidianidad y rutinas. Despegar los ojos y el corazón de lo sabido, lo aprendido, de lo sentido. Dejar de cerrar la vida de la gente en vuestros chatos y estrechos esquemas. Escuchad con la mirada, mirad por encima y más allá de lo que veis. Esperar lo inesperado y desearlo, porque ahora: “El segador ya está recibiendo su salario”
Jesús plantea la trasgresión de todo límite para la mirada, ver por encima de los ojos; sin los ojos que se han quedado ciegos para mirar, porque no se puede mirar sin corazón. Mirar con calma, atentos, acercaros a la vida íntimamente porque la vida no sólo ofrece la abundancia sino la sobre abundancia; “ASI LO CELEBRAN SEMBRADOR y SEGADOR”. La vida llena de sentido desbordante que sale de sí y se revela al mundo. Alzad la vista y poner los ojos en la tierra, en la vida de cada invisible.
Dotaos de una mirada nueva para ver el esplendor de lo divino y la grandeza de lo humano, afinad la sensibilidad de la mirada para descubrir las maravillas que están en todas partes y gozaos en ellas. Así lo celebran sembrador y segador. No hay un límite entre el cielo anhelado y la tierra fecunda. Hay una continuidad. No podéis aislaros de la vida ni sustraeros de ella porque Dios se goza en ella.
“Yo os envío a cosechar donde no habéis trabajado”. Jesús envía a un espacio recorrido por el aliento del Creedor. Cosechar donde no habéis trabajado. No os envío a sembrar. Sino a cosechar; ser receptores de la gratuidad de Dios con todos los hombres y mujeres. Desprendeos de todo lo que ata vuestros ojos; desmontad vuestras ideologías, prejuicios, costumbres, privilegios para poder beber del fruto de la vida con todos los hombres y mujeres, una mirada abierta, libre, “El segador ya está recibiendo su salario”. El lugar del encuentro de la abundancia está aquí mismo ahora, si lo hacemos ahora. El ser humano tiene futuro, tiene esperanza, no es una ser para la muerte. Jesús prepara así a sus discípulos para la misión que les da pidiéndoles un cambio en la mirada y en lo que se mira. Les enseña a mirar. No mirar de forma ramplona, atropellada y sin misterio. Les invita a pensar su vida aprendiendo a recibir el don, el don que da la vida.”Prendada la dejó de su hermosura” canta San Juan de la Cruz. Nada que ver con el púlpito. Una nueva forma de ver que es ver cómo crece el bien y la bondad en los corazones, y gozarse en ello. La vida llena de sentido desbordante. Alzad los ojos y volved a la tierra. NO es una toma de posesión a lo que invita Jesús, sino a asumir una nueva forma de existencia donde nadie posee la vida de nadie, donde Dios es de todos y toda la creación es de todos. Toda posesión impide la esperanza. La esperanza pertenece a la vida. No la podéis poseer. No tenéis ni tierra ni la poseéis. No es vuestro nada. No podéis tomar posesión. Tenéis que cosechar en el lugar de la posibilidad, donde todo es posible, dónde la vida es de todos, donde acampa la gratuidad de Dios. Os envío como comadronas de esa gratuidad. “Donde no habéis trabajado” Por tanto, otros lo han hecho; no podéis cristalizar en vosotros mismos, ni jerarquizaros sobre otros, sino que os invito al esplendor de la diversidad. La vida, la mirada, la fiesta, todo en la fecundidad, no en la esterilidad. Cambiar la forma de mirar significa cambiar la forma en que actuamos.
La moralidad es una cuestión de visión.
Los fieles no podemos ni debemos ser testigos mudos de la fiesta de los curas, que eso es lo que fue esa toma de posesión. Envía Jesús con una actitud no de dar ni pontificar sino de recibir. No de imponer sino de respetar; no de prepotencia sino de gratitud y agradecimiento. Y LES ENVÍA A RECIBIR, nos envía a todos los que queremos seguirle, a recibir la experiencia de hombres y mujeres en la vida, y a escuchar el aliento de Dios en ello. A cosechar el rostro de Dios, la bondad, la belleza, el gozo y la fiesta que hay en las criaturas. “Cosechar donde no habéis trabajado” referido hoy entiendo que esto es lo que dará sentido de la pobreza; y libres del apetito de la posesión, incienso, exclusividad, autosatisfacción religiosa de superioridad moral, elevación impregnada de incienso, con el ninguneo de los fieles. Nada que ver con esta celebración. ¡Qué lejos lo que yo viví, de ese envío que hace Jesús en este evangelio! que es aprender a gozarse en el milagro de la vida; ser buscadores de ella y respetuosos con todos y todas donde está naciendo lo sagrado sin incienso, que es contribuir a crear la gran conciliación, la comunión sin jerarquías, donde “sembrador y segador así lo celebran”, contemplativos de la fecundidad de Dios en cada vida, eso es “ser manantial que brota dando vida eterna”. Os envío en la pobreza de recibir lo que otros han hecho “donde no habéis trabajado”. Aprender que la esencia de la vida es la donación, no el poder.
Alzad la vista de vuestro altar, captar lo sagrado que está naciendo en tantos corazones “¡¡donde no habéis trabajado¡¡” En ello están las manos de todos los hombres y mujeres. Cuidad y celebrad ese legado con respeto y gratitud. Cosechar donde nada es vuestro, con respeto, con sorpresa, con gratitud y con asombro….. “Ya están clareando los campos”
Nada os pertenece. No pedís ningunear la vida de nadie, de los otros y otras, de los que son de carne y hueso. Os envío a cada persona, a cada grupo, a cada mar, a cada océano, a extender la lucha de la visión más allá del horizonte; a exceder los bienes de la vida, ser cosechadores de vida. Jesús les envía, pero me llama la atención que no les categoriza como elegidos, no les da un rango, no les ofrece un estatus; sólo que tenga claro que nada es suyo “¡¡donde no habéis trabajado¡¡” Alzad la vista para alejar el horizonte de esa mirada, que expandirá la mente y ello expandirá el corazón. La mirada en el amor no es sólo ver, también es verse. Os envío a generar vida, no convidados de piedra, para desarrollar vida, no estupor. A propiciar el encuentro de hombres y mujeres con su Creador y con la creación entera. Surcar el mundo para que hable vuestro corazón. Así seréis cultivadores del amor de Dios. ”Al acecho del reino diferente” que cantaba Casaldáliga.
Al terminar esta liturgia, la toma de posesión a la que me he referido al principio me aclaró el vicario -después de palidecer- cuando le dije que era hiriente el juramento que hizo el ya párroco, y caer él en la cuenta de la realidad de la que estaba hablando: lo sangrante que es y lo significativo, que no nombrara ni a los fieles ni al mismísimo Jesucristo; que el documento no recogiera nuestra presencia y realidad en la parroquia, que nos obviara e ignorara, que transmitiera el sentir de que sólo el clero y sus aledaños son Parroquia y tienen significatividad, de que su fidelidad no tenga que ver nada con nosotros. Me contestó que era un documento canónico. Cómo si eso lo justificara todo. ¡Pues hagan otro! le dije; lo que han trasmitido hoy ha sido vergonzoso y demoledor para cualquier pastoral, para el cura y para el público, o sea, los fieles.
Yo habría agradecido que hubieran alzado la vista y nos hubieran visto y tratado de otra manera. Me hubiera gustado haber ido juntos a “donde las flores se abren sin cesar”, parafraseando al inefable Rilke. Ahora que la iglesia se tiene que repensar sería un buen momento para revisar su estructura y función y la propia liturgia que ningunean a los fieles y al mismísimo Jesucristo y la experiencia evangélica, y la fe que y predica. Porque somos muchos los que queremos alzar la vista como pidió Jesús y caminar allá donde las flores se abren sin cesar, y así, no podemos.
A veces cuando veo tanto ritos externos y ceremonias superfluas, digo a mí mismo que: «la jerarquía eclesiástica es como la luna entre Dios y el pueblo» es decir, es un satélite que a veces tapa por completo esa luz que debe brillar sin interruptores.
Gracias Pedro `por tu reflexión. La imagen que brindas también me inspira a mi. Gracias por leerme e interesarte por lo que cuento