Ahora como siempre, es temprano.

                                                          Del evangelio Jesús y la mujer adúltera, de Juan 8, 1-11  [i]

Todo lo que pasa por los ojos de Dios se hace plural y diverso,  extraordinariamente fecundo, es uno de los mensajes de este evangelio de “Jesús y la mujer adúltera”.   Es el evangelio de la ruptura de fronteras, de aprendizajes, de  seguridades, de mentalidad. El evangelio que tiene de protagonista a una mujer, e invita a la apertura a la vida, a abrir horizontes, a unir las voces con los anónimos y con los desafinados que es lo que hace Jesús en este evangelio: ofrecer a una mujer todas las posibilidades de una vida verdadera, nos recuerda que Jesús está a punto siempre y que estamos a tiempo, porque  “Ahora como siempre, es temprano” como dice Neruda. Es el evangelio en el que Jesús anuncia que es eternidad en un presente continuo, y restituye la dignidad de la mujer negada por los hombres religiosos. Tiene como tema central el juicio sobre una mujer sorprendida en adulterio, juicio que Jesús no comparte. Un evangelio en el que el Espíritu se expresa fuera de las categorías que conocemos y con las que le atrapamos, en el que Jesús cuestiona a los manipuladores del hambre de Dios. Va del abuso de poder y el uso de la religión para perpetuar prejuicios y poder por un lado, y la autoridad de Jesús sacudiendo el sistema religioso.

Donde los demás veían situaciones sin salida, enfermos, paralíticos, la mujer adúltera y castigados por Dios, Jesús veía el dinamismo del Reino. Es el evangelio de los ojos nuevos. Está en juego el tipo de poder. El religioso con sus normas y preceptos o la misericordia de Dios en una apertura que siempre sale al encuentro dinamizando una nueva jerarquía de valores, que llevan un cambio cultural y religioso profundo. Es el evangelio que habla de sexualidad y poder sin nombrarlo explícitamente. (Ya lo iremos viendo en otras entradas). Es el evangelio de la vida de las mujeres, de la infame vida de muchas mujeres,  de la voz de las mismas, que Jesús escucha y les da autoridad. Es el evangelio en el que se  enciende la oscuridad y se produce la Resurrección de las heridas.

Este evangelio merece la pena leerlo y leerlo despacio, que caiga al corazón hasta que algo nuevo surja, porque hoy más que nunca, es necesario que suceda.

Empieza el evangelio diciendo que “Jesús se dirigió al monte de los olivos” Jn 8.1.  Cada montaña era una ocasión para encontrarse con Dios. Había vivido Jesús algo “muy fuerte”. Le buscaban para matarlo. ¿llevaría el corazón lleno de sobresaltos? ¿buscaba la intimidad del encuentro con Dios? El monte de los Olivos: experiencia de comunión, comunión con Dios y con la naturaleza.  De esa experiencia posiblemente surge la fuerza para volver al templo y seguir enseñando.

El monte de los Olivos es un vínculo geográfico entre el desierto y las fértiles tierras de Jerusalén.  Separa la ciudad Santa, del desierto de Judá. El desierto donde se hicieron las leyes patriarcales y tribales que menospreciaban y anulaban a las mujeres; Jesús dio la espalda al desierto al bajar a Jerusalén desde Los olivos, todo un simbolismo fecundo que va a iluminar y penetrar lo que va a ocurrir en la escena.

Va también de relaciones íntimas, hombre y mujer. De los vínculos que son capaces de establecer, y cómo ello va a determinar la vida. Va de sexo, amor, y posiblemente traición.  Va de otra intimidad, la intimidad con Dios. Va de interioridad, de lo que ocurre dentro de nuestras almas. Va de la generosidad divina que se entrega sin condiciones. El evangelio de la gratuidad. ”Yo Tampoco te condeno” Jn 8,11. Este evangelio pone la misericordia de Dios delante de todo y de todos. El Dios que se entrega al ser humano, sea quien sea, y haya hecho lo que haya hecho, lo que supone el fin de los tiempos de la ley de Moisés, por tanto, del Levítico que tanto denigra a la mujer. La nueva escritura va a ser Cristo Resucitado.

No puede haber intimidad con otro si no hay libertad. El matrimonio en tiempos de Jesús era de conveniencia, y acordado: parecía que sólo va del adulterio, pero no. Va también del matrimonio cautivo. Evangelio de las intimidades heridas, que ilumina y anuncia el fin de un Dios patriarcal que exige sacrificios y dádivas, y apedrear y matar a las mujeres. Un evangelio de abrir horizontes, de abrir las mentes, de abrir el corazón. Es el evangelio en el que Jesús impide el repudio en la mujer. Inspira serenidad en medio de esos detractores. La serenidad de Jesús envuelve todo el pasaje, y su paz se desmenuza y nos alcanza a nosotros. 

Dice el evangelio que escribas y fariseos se acercaron a Jesús arrastrando a una mujer, y le dijeron ”Maestro esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. la Ley de Moisés ordena que dichas mujeres sean lapidadas; tú ¿Qué dices?  Jesús se agachó y se puso a escribir”. Jn 8,4-6. No contesta. Se hace silencio.

Parece que Jesús venía de orar en Los Olivos ¿Qué será orar  y relacionarte con Dios en este pasaje? me pregunto.

Orar es liberar tu fe de prejuicios, costumbres religiosas, que son sociales y culturales que nada tienen que ver con el Espíritu del evangelio. Orar es ir poniendo nombre a las experiencias que construyen o decostruyen tu fe, sabiendo que a veces las palabras se hacen en corazón prisioneras, y nacen chatas, heridas, desvaídas, sin vida. No se puede orar sin escucharse una a sí misma. Derramamos palabras en la oración y. si son sentidas, cobrarán vida en nosotros, tal vez más tarde; en este pasaje comprendí las palabras que Jesús dirigió a sus discípulos “Lo comprenderéis más tarde”. Nuestra reflexión no girará sobre un silencio vacío sino que haremos silencio en el acontecer de nuestra vida y escucharemos sin duda su silbo amoroso.

Orar es compartir con Dios, también las esperanzas de los otros. Orar es escuchar a Dios que pasa por la historia.

Orar es tejer sentido, contemplando cómo Dios asume el dolor y el sufrimiento y la humillación en cada momento de la vida.

Orar es estar dispuestos a recibir lo que trae Jesús de la montaña. A mí me gusta mucho verle en este pasaje recién bajado de los Olivos. “orar es hablar con quién sabemos nos ama”,  proclama Santa Teresa de Jesús.

 Es un  evangelio sobre la paz de Dios y la violencia de los hombres “en su nombre”. En el que se nos dice que la vida es más preciada que los pecados: Es el evangelio de la oración de Jesús y la plegaria de la mujer.

Nos pone sobre la pista del corazón: «quien esté libre de pecado que tire la primera piedra” Jn 8, 7 escuchar  su sabiduría, escuchar sus errores, su luz, su oscuridad y seguir la luz que se abre.   ” Se fueron todos empezando por los más ancianos” Jn 8,9. Con frecuencia el corazón está lleno de piedras, el silencio no siempre significa paz y armonía; a veces significa ceguera. La violencia produce ceguera, no en vano se dice: “Está ciego de rabia”. Es bueno reconocer nuestras violencias.

Apedrear a la mujer, que era algo brutal, no era más que la consecuencia de esa sociedad profundamente violenta donde la mujer era negada como individuo, por lo que estaba en una sociedad sin voz, sin palabra, sin derechos, sin libertad. La negación de la mujer es directamente proporcional a la violencia de una sociedad. Las sociedades profundamente machistas son muy violentas. Jesús prestó atención y quiso escucharle su voz cuando se fueron todos “Mujer, donde están todos?” Jn 810 le pregunta Jesús.

Venia del monte de los Olivos, que es un vínculo geográfico. Jesús  es el vínculo espiritual entre el ser humano y Dios. No baja con una ley escrita en piedra;  baja con la paz, el acogimiento y la hospitalidad de Dios. Todo el mundo acudía a él y Sentado les enseñaba” Jn.8,2.

No baja un caudillo del monte; baja el amor y la misericordia de Dios  “no es voluntad del Padre que se pierda uno solo” Mat 18, 14

Este pasaje nos muestra y revela con más claridad la libertad de Jesús. Libertad de corazón, libertad de pensamiento. Jesús aparece de forma clara como un transgresor. No condena a la mujer como así estipulaban las leyes judías. Jesús hace una herida en aquella sociedad, la hiere y la hace sangrar en sus fanatismos, estigmas y prejuicios, hipocresía e incongruencia “Quien  de vosotros esté  sin  pecado que tire la primera piedra” Jn 8,7  y libera a una mujer,  una mujer herida en el cuidado  de sí misma, con una herida nacida del patriarcado. Es el evangelio en el que vemos que cada corazón hace crecer la luz de la realidad divina. Cuando recibes un daño como esta mujer, u otros sufrimientos, si lo atraviesas a la luz de los ojos de Jesús como hizo esta mujer, la aurora será ilimitada.

Orar es hablar a Dios de nuestros prejuicios porque nuestro corazón se queda ciego con ellos. Orar es pedirle a Dios que nos saque de ellos, que nos ayude a romper su cerco para mejor comunicarnos, mejor ser, y mejor amar. Este evangelio es donde se cristalizan todos los prejuicios contra las  mujeres, y se evidencia la misoginia religiosa: El adulterio es cosa de dos, pero aquí querían lapidar sólo a ella.

“Tu amor es la verdad en los más íntimo del ser, en mi interior inculcas sabiduría” dice el salmo.

Si hacemos la bajada de los Olivos con Jesús, descubrimos que va liberando nuestro amor, que no es que no existiera, estaba anóxico, porque con tantos prejuicios no le hemos dejado respirar. El espíritu es muy sensible al oxígeno de la vida. La oración es un buen momento para liberarte de toda la violencia que han echado en tu vida, y la que tú has generado, y toda tu represión porque se teje así nuestra libertad que hará nuestro amor más real y verdadero.  “La libertad está en la Palabra” O. Paz. Podemos construir la libertad con ellas. Pero las palabras se hacen muchas veces en un corazón prisionero, dolido o rencoroso y amargo. Este evangelio nos pide que miremos con qué tono laten nuestras palabras.

Orar es dejar las piedras en el suelo y bajar los brazos que siempre llevamos alzados, dispuestos a tirar piedras herir y estigmatizar.  A través de los estereotipos aprendemos emociones, aprendemos sentimientos, aprendemos prejuicios.  Los prejuicios los convierten en normas sagradas con frecuencia. Este es el evangelio de la lapidación frustrada. 

“Por la mañana se dirigió al templo” Jn 8, 2. Había despertado la aurora, porque la justicia de Dios es como la luz de la aurora. Sólo anuncia, despierta vida, despeja oscuridades. Nada que ver con la represión y el castigo que proponía el mundo misógino de la religión.

¿Se posicionó  Jesús contra el adulterio? No dijo nada sobre él y no condenó a la mujer.

“Venia del Monte de los Olivos y “sentado les instruía” Jn 8,2. Jesús desandando el camino de Moisés; una invitación permanente a desandar los caminos que hemos seguido, ocultando en ellos la hospitalidad de Dios. y de los seres humanos y la naturaleza. Volvió lleno del espíritu del cielo y del espíritu de la tierra. Transitando la realidad prendida de cielo. “Sentado los Instruía” sin miedo, sin prisas, dejando desgranar con tranquilidad su experiencia de Dios. Disponiendo su tiempo y su vida para los que le seguían. Llama la atención que le buscaban para apresarlo; contrasta su paz  su serenidad y cordialidad.

Levanta Jesús el dominio de los varones sobre las mujeres, visibiliza cómo la crueldad humana se ceba en  las aplicaciones religiosas y sus exigencias. Querían matarla apedreándola.  Este  evangelio recupera la condición de las mujeres como sujetos amadas por Dios y no como causa del mal. Jesús se posiciona favor de la mujer, se queda con ella “porque a toda la tierra alcanza su pregón”.

Ser mujer es renunciar a un mundo reservado para los hombres” , se quejaba María Zambrano. Para Jesús, ser mujer es hacer de nuevo un mundo: “Ve” le dice a la mujer, así termina el relato evangélico. En ese encuentro de Jesús con la mujer adúltera que es también con nosotros, hallamos nuestro sentido y horizonte, “y en adelante no peques más” Jn 8,11: El arte de hacer  de la vida cotidiana un encuentro con Dios y con  el mundo. Jesús es eternidad en un presente continuo. En él se enciende nuestra oscuridad y en él se producen la Resurrección de nuestras heridas. «Ve», que vuelva tu corazón a la vida, no pierdas tu intimidad con el Dios vivo, abre caminos de hospitalidad, profundízalos, llénalos de vida. Éste es el evangelio que nos dice que Dios no condena, que ofrece caminos… Que como dice Codina “el espíritu viene desde abajo”, está en el grito silencioso y en el escarnio de esta mujer y de todas las mujeres que sufren las distintas violencias. Ningún sufrimiento es banal para Dios. Es el evangelio de la búsqueda de la interioridad para poder salir.

Un evangelio que invita a abandonar las seguridades patriarcales. La desigualdad lo es. No hay situaciones humanas de sometimiento que Jesús legitime; la situación de las mujeres en la iglesia es de sumisión y sometimiento «Relegando a las mujeres a lo largo de la historia  a callar a acatar y obedecer lo que ellos decidan» A. Seguí ocd  «Dios no nos discrimina por sexo, no lo hace Dios, lo hacen los varones» A.  ocd

Es el evangelio del templo de la vida.

Jesús apuntó a todas las fuentes de odio de su tiempo, oponiéndose a prejuicios y estereotipos, señalando que no venían de Dios, sino de sus oscuros corazones… El mundo necesita gente que aparte la oscuridad:  Dios nos dio las potencias para que con ellas trabajásemos” dice Sta teresa de Jesús.

 Es el evangelio donde Jesús manifiesta su máxima confianza en las posibilidades del ser humano. Ve y en adelante no peques más”. Jn 8,11” Feliz quien mora en tu casa y puede alabarte siempre, feliz quien saca  de ti  fuerzas cuando piensa en retomar el camino” Salmo 84

“Por la mañana volvió al templo”. Jn 8,2 Una y otra vez hemos de retomar la vida, retomar la palabra de Jesús, hasta que se hagan luz y claridad en nosotros, hasta que  la palabra de Jesús se haga vida, hasta que se haga historia de Dios.

Este evangelio es un tratado contra la intolerancia y el patriarcalismo,  la rigidez disfrazada de voluntad de Dios, la obediencia indiscutida de la mujer al marido y a todos los varones. “Dios no quiere nuestra obediencia, quiere nuestros deseos». Santa Isabel de la Trinidad, carmelita francesa.

 Es el evangelio del cuerpo de la mujer como texto en el que leer todas las violencias “culturales sociales  y religiosas” del mundo. Romper esa realidad cultural y religiosa que da derecho a varones sobre la vida íntima de la mujer, va a ser un desafío. Un odio y una misoginia fraguada en el patriarcado que la iglesia acogió como doctrina y llega hasta hoy. San Agustín de Hipona Padre de la Iglesia decía: ”La mujer no debe ser iluminada ni educada de forma alguna, de hecho deberían ser segregadas ya que son causa de insidiosas e involuntarias erecciones en los Santos varones”.  El prejuicio de la mujer causa del pecado de los varones hoy se mantiene en la liturgia de la misa. No se puede aceptar ninguna violencia, ni vivirla como destino y esto es una violencia de la iglesia contra las mujeres. “Ninguna mujer tiene que creer que las cosas tienen que seguir siendo sólo lo que ellos dicen” Ana Seguí ocd

 

En este evangelio se nos revela que la relación  con Dios es bajo el signo de la gratuidad y no del contrato de exclusión.  Jesús aquí  libera a la mujer de la dependencia del Juicio de los varones sagrados, y la introduce en camino de la amistad con Dios. Nos invita a reflexionar cómo los símbolos de un Dios patriarcal hacen mucho daño a la experiencia religiosa.

Orar es descubrir el dolor que se ha escrito en tu alma y se ha hecho raíz de tu palabra.

Orar es desmantelar el alma para hacer manteles de hilo fino fabricados en la casa de Dios.

La oración es como si Dios trillara en tu vida, pasa la trilla, una y otra vez hasta que libere el trigo.

Entre oración y oración se quedan impregnados los pasajes de nuestra vida; es una estampa de cómo nos bambolea el tiempo. Tenemos muchos paisajes en el alma que se pueblan de pensamientos, sensaciones, de preguntas cada día. En la atmósfera de ese paisaje construimos la relación con Dios, son paisajes que programan nuestros hambres, nuestros miedos, determinación gozo, fidelidad….

Este evangelio es un choque entre la tradición que controla y empobrece la vida humana, y la Novedad del espíritu que está llegando ya y nos abre a la libertad. Nos pide movernos. La inercia es un amarre a la vida  infecunda.

Es el evangelio del amor roto de los seres humanos y el amor de Dios anunciándose  a los seres humanos como el esposo del Cantar ”Levántate amada mía, hermosa mía ven a mi ¡Porque ha pasado el invierno, las lluvias han cesado y se han ido, brotan flores en la vega….! levántate, amada mía hermosa mía ven a mí!  :YO tampoco te condeno” Jn 8,11

Es en la vida donde puede prender la vida de Dios, por  eso traemos la vida a la oración, para recibir su simiente. Este evangelio es el lugar de la esperanza de unos ojos nuevos y una dirección nueva para mirar la vida. Nos invita a escuchar ese silencio donde no se nos dice qué escribió, escuchar la Sabiduría de ese silencio… Que se lleva el viento la tierra que escribimos para que quede sólo lo intangible, lo indecible, para que sólo quede  gracia y belleza. Te prepara para la gracia. Una gracia que lleva una relación renovada con las cosas de este mundo: una encarnadura diferente, como se anuncia en este evangelio: “Y en adelante no peques más” Jn 8,11

La liberación de la mujer proclamada en el evangelio que nunca se ha querido escuchar: «Jesús y la adultera», esta forma de llamarlo ya supone un profundo estigma y prejuicio.

Un evangelio que nos informa que Dios quiere ser parte de nuestra vida. Nosotros somos su frontera, abrámosla. Hemos sido creados para ser creadores en unión con Dios.

Un evangelio que comienza con la oración de Jesús y termina con la plegaria hecha mujer. ”Es tiempo para oír nuestras voces  y comenzar a vivir la realidad en la iglesia que está en nosotras y nunca hemos podido apalabrar” Ana Seguí. ocd 

Es el evangelio en el que se pueden hacer muchas preguntas, es bueno no apagarlas nunca: si algo te preguntas es porque ese algo no termina de tener forma y razón dentro de ti. Seguir la pista a la pregunta es un movimiento sanador y esclarecedor. Sin preguntas no existe la fe, ni la esperanza. “Nosotras, mujeres creyentes y seguidoras de Jesús tenemos que mirarle a él, escuchar más a Jesús desde dentro para saber qué nos dice a cada una de nosotras. Jesús nos sigue interpelando con estas palabras ¿Y vosotros quién decís que soy yo? Llamadas estamos a contestar y que nadie conteste ni decida  por nosotras” Ana Seguí, ocd  :«Ahora como siempre, es temprano

Sucede que voy a vivirme

No será pues sino

Que dentro de mí crecerán cereales.

Pido permiso para nacer” P. Neruda

 

 

Ilustración: Judía de Tánger, óleo de Charles Landelle, 1874

 

 

 

[i] “Jesús se dirigió al monte de los Olivos. Por la mañana volvió al templo. Todo el mundo acudía a él y, sentado, los instruía.

Los letrados y fariseos le presentaron una mujer sorprendida en adulterio. La colocaron en el dentro, y le dijeron:

  • Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante La ley de Moisés  ordena que dichas mujeres sean apedreadas; tú ¿Qué dices?  -decían esto para ponerlo a prueba y  tener de qué acusarlo.

Jesús se agachó y con el dedo se puso a escribir en el suelo. Como insistían en sus preguntas, se incorporó y les dijo:

  • Quien de vosotros esté sin pecado tire la primera piedra.

De  nuevo se agachó y seguía escribiendo en el suelo. Los oyentes se fueron retirando uno a uno, empezando por los más ancianos hasta el último. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí de pie en el centro.

Jesús se incorporó y le dijo:

  • Mujer, ¿Dónde están ¿nadie te ha condenado?

Ella contesto:

  • Nadie, Señor.

Jesús le dijo:

  • Tampoco yo te condeno. Ve y en adelante no peques más.
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