El canto del grillo enciende la luz de la luna

 

Aprendió el ruiseñor

Por la gracia de la rosa,

Aprendió muchos cantares.

Y el más universal del canto

El grillo aprendió a cantar

En noches de luna roja.

 

Su romance lo escucha

En prados de verdes pastos

Hasta el último lucero,

Blancas y negras las notas.

Salpica el campo de música

Sin laúd y sin guitara,

Como un mar verde se extiende

Como  piano de abejas

En cuerda perenne y firme,

De violín primerizo.

Insiste, insiste.

Sangre vegetal despierta

Sin límites, sin fronteras

Al unísono, tiende el canto al infinito,

Mil guitarras  asoman en  las ventanas

La oscuridad de la noche, de azul morada.

Pero nadie se detiene a escucharlo,

Como el canto de la rosa

Como se  le escucha al mirlo.

Son los que pasan deprisa,

Unidos se van corriendo

Como si huyesen del campo.

 

No se paran a escuchar su canto

Que hace viva la noche.

El grillo canta y canta y mil más,

Su eco vuela, retumba

Por laderas y horizontes,

Atraviesa  espinos blancos y zarzamoras

Y la Begoña silvestre

Rediles de margaritas.

Nadie le ve, nadie le escucha, todos le oyen.

Tampoco él escucha el canto insonoro

De los que pasan corriendo,

Cercanos, pero ausentes de los árboles

Ausentes del cielo y las estrellas

Con sonidos quebrantados

Con sus pasos, con sus  cuentas.

Canta el grillo.

Al unísono, sin batuta y sin orquesta

Y arranca el verdor dormido de mi alma.

Su canto es lo único que no acota

Los límites, y los espacios,

Llenos de luz de la noche.

Su canto,

El único que no levantan muros

Sin partitura, batuta ni orquesta,

Milagro de agosto que no sofoca otra voz.

Con asombro el campo escucha

Una sola melodía,

Y ninguno .canta solo.

Siempre en el mismo lugar,

Sin moverse, atraviesa el universo

Pero ellos, los otros, pasan corriendo

Recorren el campo, como un palacio vacío.

Van corriendo

Nadie va tras ellos

Nadie les persigue,

Corren enloquecidos

Con un contador del latido y  grasa

Que la cuentan una a una

¡¡ Qué afición!!

Vano zurcido que nada repara.

Una limosna de grasa quemada,

Un soplo de músculo crecido,

Y se pierden el asombro de la noche

Escalofrío de estrellas.

Ausentes de su voz callada

Corren.

Corren en diálogo cerrado

Repitiendo el día:

Un cuaderno, una sartén,

Un artista, un vestido

Un esmalte, unas uñas.

Nubes por los pirineos

Una mema, un idiota

Toda  su conversación

Al compás que queman grasas,

Una a una,

Queman  el campo de pena

Van  por él, cómo en palacio vacío.

Un palacio sin ventanas:

Un trono, una corona

Un manto, un sirviente

Cifra a cifra

Pero no pueden contar los movimientos del alma

Se mueven,

Sólo existen sus pisadas

Y en su enloquecido paso

Sin rostro algo,  se  va quedando

Un murmullo prolongado

Que se acota y se acorrala a cada paso.

No se paran ni un momento

A entrar en el cielo abierto

Que brilla como esmeraldas,

Se puede tocar la luna

Y dejarla sin palabras.

No se paran  ni un momento

El cielo vuelto sin voz

Lleno de luz sin orillas

Escucha el canto del grillo

Tocando la tierra entera.

El grillo aprendió a cantar

La noche de luna llena

En una aguja enhebrada

Y desgarra cien mil notas

En el jardín de mi alma .

 

 

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