”El Dios que tanto me esperó”

La Misericordia

                                    del evangelio de Juan 8,1,12 «Jesús y la mujer adúltera» 

Sin importar el contenido, las palabras despiertan asociaciones distintas en las personas, aún con todo eso, las palabras llevan su historia consigo y otras  parece que no echan raíces en ti. Las palabras colaboran con las imágenes, y a la inversa, las imágenes colaboran con las palabras. Juntas ayudan a expresar con más precisión o con más dificultad los mensajes En nuestro ser cristiano me parece importante CONOCER  nuestro imaginario porque así sabemos las proyecciones que hacemos los seres humanos sobre Dios y su Misericordia. ¿Qué Dios nos han “enseñado”? ¿Qué Dios hemos aprendido? La palabra de Jesús transformaba el mundo: el paralítico andaba, el ciego veía, el mudo hablaba, la adultera no era condenada. Al hablar Jesús sana, genera vida devuelve dignidad, otorga confianza, restablece…. ¿Qué tiene que ver esto con tantas cosas con las que se nos ha cargado en la Iglesia?

 

La palabra Misericordia aleteó en mi alma desde el principio de este pasaje de la mujer adúltera recorrió mi vida como creo que  la ha recorrido y recorre este evangelio. No se la nombra pero se la ve, se la siente, se la escucha. Pero  ha resonado de  forma muy nueva para mí.

Tenía entre mis pacientes a una familia desventurada. La madre con discapacidad intelectual y epilepsia grave, una hija ciega y profundo deterioro mental, y otra hija, la pequeña, bueno la pequeña era una margarita a la que habían arrancado algún pétalo. Esta familia había nacido fruto de sucesivos incestos del padre abuelo. Se fue deteriorando su vida, y los servicios sociales les consiguieron plaza en prueba con los hermanos de San Juan de Dios.

Antes de irse, esta mujer decidió regalar todas sus posesiones a cuantas personas le habían ayudado. Yo me alarmé cuando me lo contó.  Le dije: Mira, como no sabemos si esto es definitivo, mejor guardas las cosas por si tienes que volver. Entonces me contestó: “No, Doña Isabel,  si Dios me ha ayudado tantísimo hasta ahora, si tengo que volver, también me volverá a ayudar”. Me dejó sin palabras, sin aliento, totalmente trastabillada.

¿Qué es esto, me dije a mí misma,   esta  desgraciadísima mujer se sabe sostenida por la Misericordia de Dios?

Sin  poesía, sin letras apenas, ella sabía de “la fuente que mana y corre” y bebía.

Volviendo al pasaje, cuando pusieron los fariseos a la mujer en medio, acusada ante Jesús Jn8,3 vi un «cuerpo en disputa», visualicé a mi paciente, porque ella también había recibido las iras, las incomprensiones  y los juicios de la gente de bien y de mal. Ella, malquerida y violada cientos de veces. Con ella aprendí que Dios  habita en el centro de todo anhelo del corazón humano.

Volví los ojos al comienzo del pasaje y contemplé cómo bajaba Jesús de Los Olivos, Jn8,1 se sentaba en el templo a enseñar a cuantos le seguían, y comprendí que este pasaje estaría recorrido por el Dios de la Misericordia, pero el Dios que veía y amaba a Gabriela , recordé que “Dios se revela a quien no cree en su poder, no lo busca. Sólo le ansía y le necesita

“Quien de vosotros esté sin pecado que tire la primera piedra”. Jn8,7 Cuando todos desaparecieron de la escena se abrió un espacio inmenso en torno a la mujer y Jesús. A mí se  me presentó aquel espacio como espacio de narración y acontecer,  también el templo en su totalidad ,que era donde acontecía esto:  es un mundo religioso, sicológico y espiritual con todo su cortejo de ideas y símbolos que le acompañan y yo seguía viendo en el centro a todas las Gabrielas del mundo y comprendí que todo iba a ser muy significativo

Dice el evangelio que “ los oyentes Se fueron retirando empezando por los más ancianos”Jn8,9. Me pareció  como si el evangelista Juan quisiera dirigirnos a un umbral óptico en el que podamos ver más allá, a un trasunto simbólico: Quedó un espacio vacío.  No es un registro inocuo nada de lo  que nos relata  el evangelista, un evangelio lleno de movimiento de todos los personajes, de posturas  de Jesús que cambiaba una y otra vez; tal vez  esté buscando la imagen fundamental, la llave óptica, la imagen programática: la Misericordia de Dios conmociona todo el espacio. y se llena de la Misericordia que conocía Gabriela, y comprendí el verso del salmo 89 “proclamaré que la ternura  está edificada para siempre” :La adúltera en el centro  en medio de su pecado, frágil y fértil recibiendo el Misterio de la Misericordia de Dios  y haciéndose bien presente lo que afirma S. Juan de la Cruz “El mirar de Dios es amor”. En este evangelio vemos cómo la aurora respira.

Ese espacio vacío que dejaron los fariseos también nos mira a nosotros. Lo que sucede en él nos va a afectar profundamente. 

¿Qué es la Misericordia de Dios que vive en esta mujer absolutamente desamparada (mi paciente) que se siente profundamente ayudada por Dios? 

!Misericordia! Una palabra puede no decir nada o puede estar llena de significado, puede aportar sentido a tu vida o puede ser  un fugaz momento estéril. ¿Qué nos dice y cómo usamos la palabra Misericordia? Hay que entreabrir la palabra Misericordia tan desgastada para ver donde nos lleva, no escuchar su eco, probar a escuchar su contenido

Mi paciente que había sido tantas veces violada por su padre, había sido tomada por Dios, para mí, sin ninguna duda. Dios habitaba en ella y realmente la sostenía. Y ella se disponía a repartir la generosidad divina. Y aprendí que hay amor, mucho amor, en los que nadie ama.

El abandono en Dios  es una gracia que sin duda alguna y a tenor de su actitud  había recibido  mi paciente. Con ella aprendí que lo maravilloso no está lejos de nosotros, está en nosotros, está a nuestro lado, está en este mundo que nos rodea. Cuando repartimos lo poquísimo que tenía, ella se sintió grande muy grande, digna, muy digna. Ella repartió lo que tenía y se quedó “Sólo” con la Misericordia de Dios Ella  fuente de la generosidad divina.

La Misericordia la asociamos con  frecuencia con el poder de perdonar  los pecados y la confesión.

Pero ¿Qué imagen tenemos de  la confesión? La obligación de abrir tu intimidad para recibir el perdón  creo que es un abuso de conciencia y control de la misma.  Es entregar obligatoriamente un poder de mirar dentro de ti a alguien en quien posiblemente no confíes. La confesión como la conocemos está más dentro de la cultura del pecado que de la misericordia de Dios: Hacemos mal y enojamos a Dios, por eso está el infierno, es lo que nos han enseñado. La Misericordia se interpreta cognitivamente como olvido del daño por parte de Dios.  Es una teología del mérito, confesamos para ganar el reino de Dios; nada que ver con la Misericordia que  se visibiliza en este evangelio.  Somos Compradores de la gracia de Dios, una Misericordia al alcance de la mano, a golpe de confesión  y, nos aleja radicalmente, yo creo, de buscarle en su Misterio de Misericordia.

Rabí mística sufí  decía que “el infierno y el paraíso es una forma de corromper el verdadero sentido de la adoración  de Dios”

¿Por qué no madura la gente después de confesarse tanto, por qué mantienen unos comportamientos tan infantilizados y  siguen haciendo daño y  sobre todo, por qué perdura el daño en las víctimas que hacemos, y el sufrimiento de las víctimas no se borra? ¿No se banaliza, y se instrumentaliza la Misericordia de Dios?

Se convierte la confesión en un fin en sí mismo y entorpece la naturaleza sacramental, me parece a mí. Acentúa el cumplir  por encima del vivir. El cumplir sólo te ofrece un camino: obedecer y autolimitarte, e invita a pensar y temer  a Dios en vez de a conocerle.” Nuestras oraciones reflejan y educan la imagen de Dios que llevamos en nosotros y anunciamos al mundo”  dice Torres Queiruga. Los sacramentos y la liturgia también, creo yo.

Sí, el  lenguaje que utilizamos es importante, igualmente que las imágenes y los gestos porque tienen que ver con cómo resolvemos los problemas, interpretamos y construimos la realidad. El lenguaje que utiliza la iglesia en la liturgia es un lenguaje donde se proclama a un Dios condicionado al relato del pecado y arrepentimiento. ”Por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa» Cuando  sin embargo, El cántico espiritual de San Juan de la cruz , la máxima intimidad con Dios, no es el cántico de la culpa, es el Cantico de la búsqueda: “Dónde te escondiste amado? ”…es el cántico de la belleza que es la gracia, un elogio  a la hermosura de la vida, del ser humano como signo y presencia del Cristo Resucitado: ”Prendados los dejó de su hermosura”

La significación no la dan  los signos que representan las cosas u objetos sino los procesos que se convierten en actos de sentido. Y para la mayoría de los que se acercan a la confesión y cómo se administra es un   “disolvente” de pecados o  algo instrumental: para cumplir  y para comulgar.  Además su formato en el que la voz de las víctimas  no forma parte del acto de confesarse, quedan desaparecidas, y con ello el dolor que se ha causado. Confesarte así, hace poco posible  hacerte cargo de la realidad. No contesta la pregunta que hace Dios a Caín cuando mata  a su hermano, al hombre que hace el mal  “¿Dónde está tu hermano?” La confesión no hace visible  a la víctima. Este tipo de confesión contraviene lo que dice el Señor: “No separaré mis ojos de las víctimas ni  mi corazón”

Este evangelio tan corporalizado por tantísimos movimientos y gestos de Jesús, con tantas referencias al espacio, interconexiones, evoca una experiencia de vínculos, de relaciones: ¡La Vida no está sola!. El  Bien está interconectado,  repercute en la comunidad; pero el mal también. El mal que se hace no es sólo personal afecta a toda la comunidad. “La noción central de la moral es la justicia y la obligación  que esta impone para con el prójimo” Así lo entendía la mística S, Weil

La confesión para demasiados  reduce los pecados en un envoltorio que al confesarte los tragas como píldoras, y la gracia la convierte en un jarabe. El pecado se aborda como un problema moral exclusivamente, o una mancha, como dicen algunos. Mejor dicho, determinadas conductas  se las  cataloga  como  pecado y se las comprime en ese concepto: La ira por ejemplo, hoy se sabe que  la base de la misma, sino el detonante es la  baja tolerancia a la frustración. Te confiesas con el firme propósito  de no volver a dejarte llevar por la ira, cuando la receta es aprender a tolerar la frustración. La ira no es sólo la descarga, es el daño que haces,  y te haces con ese descontrol  y esa violencia que nace de tu frustración, por ejemplo la violencia que ejerce algún varón contra su propia mujer. Se confiesa se le perdona y vuelve a pegarla hasta que la mata. La ira tiene un abordaje educativo, desde la sicología y a veces desde la siquiatría; y no pocas veces, penal. No es un problema de fuerza de voluntad y arrepentimiento, no se puede reducir o simplificar en un pecado por muy capital que sea. La ira tiene  que ver con  la comprensión de uno mismo en relación con los otros, permea la vida síquica y muchos otros aspectos de tu vida. Si La comprimimos en una píldora  jamás la descubriremos, y es muy grave  porque sus dinamismos  son los que generan ampliamente la violencia, y no pocas veces la muerte. Conocer su naturaleza y tratarla es el único camino de cambio. La confesión dará un consuelo, una tranquilidad, pero se reduce el problema a una conducta moral y se simplifica enormemente la complejidad de la violencia “El ojo de la imaginación educa al sujeto en su mirada a los misterios de la  vida de Cristo, de sí mismo y el mundo que le rodea”  E, López Hortelano SJ Si acudo a Dios a comprar la gracia mediante confesión auricular Dios se convertirá en un tendero.

Un ejemplo de la dificultad que estoy señalando queda patente en la concepción que muchos sectores de la iglesia han tenido y  tiene sobre los abusos sexuales a menores dentro de la iglesia. ”Creíamos entonces, que era sólo un tema “moral” decía un jesuita en una entrevista. Es decir un pecado contra el sexto. Y digo yo, al agresor se le perdonaban los pecados por la confesión, se quedaba “en gracia de Dios” y ¿Quién estaba justificado para impedirle  al cura seguir en la pastoral si la gracia de Dios le dejaba impoluto? No había víctima en la confesión, por tanto no había respuesta para ella, ni conciencia de ella. De ahí que muchos sectores de la iglesia no vean necesario hablar con las víctimas de abusos sexuales.( En la última plenaria de la conferencia episcopal, en cuyas puertas se manifestaban las víctimas de la pederastia de la iglesia, de 92 obispos, sólo un obispo, se paró a escucharlas, a saludarlas, a su entrada. El Obispo de Bilbao)

¿O tal vez,  es el problema del narcisismo sagrado,  clerical, con su falta de empatía y ausencia de culpabilidad que caracteriza  al narcisista? ¿Quién protege  a las víctimas, de ellos? La inmadurez afectiva es causa  de nulidad en el sacramento del matrimonio; pero no lo es en el sacramento del orden sacerdotal, no es nulo, aunque el cura sea un desalmado; ¿quiere decir que para casarse se necesita ser un adulto maduro, y para recibir el Orden sacerdotal, no? ¿Por qué? ¿Qué imagen de cada uno de nosotros nos ofrece esta distinción? ¿Y de Dios?

¿Cómo reciben esos niños víctimas de abusos (agresiones sexuales)  la belleza de Dios que es la gracia, y su Misericordia? ¿Qué regalo les hace  Dios a ellos, niños y niñas cuando se confiesa el agresor sexual y se le perdona? La justicia de Dios y la misericordia de Dios con esta imagen de la confesión  y esta realidad quedan muy comprometidas. Porque ¿Dónde queda la belleza de la gracia que se da a quien se confiesa de los abusos, en el corazón  quemándose de los niños abusados? El pecado en la formula de la confesión se deshumaniza porque disocia el acto, de la víctima del pecado, y cognitivamente del pecador  que se confiesa

Con mi paciente violada comprendí que nuestra fragilidad  tiene toda la potencia del mundo.

No estamos acostumbrados, receptivos a la gratuidad de Dios y su divina generosidad, acudimos con frecuencia a ella como un nieto que insiste en que le des la propina, cuando la Misericordia de Dios antecede a todos los estados del alma, como hemos podido ver y vivir en este evangelio. Después de toda una vida diciendo que nos “pesa porque nos puede  castigar con las penas del infierno” es difícil dar ese salto a la gratuidad de Dios  y ser partícipes de su generosidad divina; para ello hay que  romper ese muro, de pecado culpa. Se puede y vale la pena.”Mirar dentro de sí, conocer lo que somos y meternos en la Misericordia de Dios” decía Santa teresa de Jesús “Ser perfectos como mi Padre y yo lo somos”. decía Jesús ,como es ser,  siendo juntos: una comunión a la que nos invita. Yo Creo en la perfección de Dios como espacio abierto de comunión. La misericordia entonces es el punto de partida de Dios, no de llegada, un desbordamiento de comunión con el mundo.  Está fluyendo siempre. Despierta en el ser humano la conciencia de su propia humanidad, como pude comprobar aquella sorprendente mañana en que Gabriela me pidió ayuda para marcharse “La práctica de la justicia coronada con el amor tierno” Miqueas  6, 8

El Reino de los Cielos es la Misericordia de Dios que se desborda en nosotros cada día de muchas formas, también como  sorpresa, como me pasó a mí con mi paciente, que me enseñó las primeras letras, la primera cartilla de la Misericordia de Dios. La Misericordia de Dios creando un horizonte nuevo que es indibujable, inacotable, incondicionable. El corazón de Dios tomará el corazón de los seres humanos y se ensanchará en ellos como le ocurrió a mi paciente.

Creo que  simplificamos y banalizamos  este gran Misterio que  forma parte  y da sentido a nuestra vida cristiana.

Para mí, “El Dios que tanto me esperó” (así se refería a él Santa Teresa de Jesús) se hace presente en este pasaje en todo su esplendor, llenando la vida de su Misericordia. El Dios que tanto me esperó, enredado en mi vida como un musgo, crecido en ella, el musgo que contribuye a evitar la erosión del suelo, mantiene la humedad, disminuye la contaminación ambiental y ayuda a la germinación de las plantas. El, Jesús, ha disminuido la erosión de mi vida por el daño acontecido y sobre todo me ha ayudado a que germine  tanto de lo que llevaba dentro. Siempre estuvo ahí sosteniéndome en el camino y regalándome experiencias, como la de esta paciente y muchísimas más. Nadie se fija en el musgo  si miramos un bosque o un jardín, nuestros ojos van a las flores  y a los árboles, sin embargo el musgo cuida y sostiene el monte, el bosque y las plantas. El musgo y su búsqueda me acompañaron mucho en mi infancia, eran el alma de mis Nacimientos, no había Belén sin musgo. Hoy salta a mí, como una metáfora de la presencia de Dios en mi vida. El Dios que tanto me esperó. Seas por siempre bendito y alabado.

“Mil gracias derramando pasó por estos valles con presura y viéndolos mirándolos, con sólo su figura prendados los dejó de su hermosura” San Juan de la Cruz. .

 

Ilustración: Albert Anker (1831-1910)  Suiza

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