La amapola de Dios
Sucedió una mañana
Cuando rasgaba la aurora
Salió Jesús a sembrar.
A sembrar Dios, su Palabra.
Una onza de semilla
Fue volando hasta las piedras,
Y allí creció una amapola,
Una amapola muy bella.
La dureza del dolor
Transfigurada por ella:
Los enfermos incurables,
Los perseguidos sin guerra,
Los que reciben las bombas
De las conciencias que rezan
Y se están tragando al hombre,
A las mujeres y niños
Los que odian por amor,
Los que ahogan su Palabra.
Los ojos de Dios llagados.
La amapola transfigura
La dureza del dolor
De las mujeres vendidas
Por el sexo sin la vida y,
Los hombres acribillados
Junto a sus campos sembrados
Buscando un sorbo de vida.
Para encontrar dibujado
En la fuente Aquellos ojos
Míralos en su dolor.
Todo es un campo de trigo
Que nosotros arrancamos
Sus esperanzas del pan.
No son inconstantes ellos,
Como dice su parábola,
Son constantes sus heridas
Que nos sonrojan la vida.
Ellos, los ojos divinos
Y su clamor es su voz.
Son la amapola de Dios.
¿Quién pone cerco a la Voz
y amuralla la Palabra?
La semilla entre las piedras
Hizo brotar la amapola
Desde dentro de la vida.
Y su tallo busca el Sol
En la raíz de la piedra,
Del dolor incomprensible,
El dolor que nos convoca
Que está lleno de semillas.
“porque sopla donde quiere”
La frágil debilidad
De la amapola tan roja
Y su efímera belleza,
Su enorme fugacidad.
Son huellas de eternidad.
Lo dice Santa Teresa,
A eso lo llama humildad,
Simiente muy poderosa,
Llamada debilidad.
Crece el trigo en el invierno,
Siemprevivas, madreselvas
Entre la escarcha y su hielo.
Las espigas son futuro, son espera,
Que está lleno de semillas,
y el dolor que nos convoca
Fructifican en amor.
¡Dejemos hacerse a Dios!
La simiente, la semilla, su Palabra
De las piedras de la vida
Dónde crece la amapola
Hasta el corazón de Dios.
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