Un canto a la grandeza de la posibilidad humana.

            En lo pequeño está el infinito.

     Del evangelio de Juan: “Jesús da de comer a cinco mil” [1]

“No ha llegado la palabra a la boca y ya Señor, te la sabes toda”. La palabra y el alimento, en la boca. Te comunicas y te nutres con el mismo órgano, la boca. Jesús era un maestro, no dejó de serlo ni con sus discípulos a los que preparaba para sus siguientes esperanzas, alumbrando su resistencia, despertando sus inquietudes,  sus siguientes etapas en el camino; para aprender a abrir los ojos a la vida, percibirla en sus ritmos como a nosotros el propio evangelio que nos va mostrado poco a poco, paso a paso, latido a latido el dinamismo del espíritu en nosotros, según nuestra capacidad de ver.

El lenguaje crea nuestra forma de ser y estar en el mundo, y no cabe duda que Jesús trae un lenguaje nuevo  sobre la vida, y una forma nueva de mirar la vida, que es lo que pretende Jesús con sus discípulos cuando “le pregunta a Felipe: ¿Dónde podemos comprar pan para alimentar a éstos? Dice el evangelio que preguntó “para probarle”, para ponerlo a punto, para que pudiera ver el proyecto que estaban viviendo y desarrollando; enderezar su visión para que su corazón no mire torcido. En el pasaje anterior les había dicho Jesús: “cosas mayores veréis”. Aquí estaba ante sus discípulos cumpliendo su palabra; el Maestro, el que habla. Magister tiene la misma raíz que Magia, que es sacar algo; sacar vida, sacar conocimiento y disposición; sacar las infinitas posibilidades que llevas dentro. Muy lejos del autoritarismo educativo que conocemos. Para ser maestro tienes que estar lleno de esperanza y confianza plena en la vida y sobre todo en aquellos a quienes enseñas. La pregunta es una puesta a punto, es ver  si van en la misma dirección, y  profundizar si tienen un interés compartido. Quiso Jesús tal vez, resituar a Felipe y a sus seguidores, también a nosotros, para que escuchasen lo que tenían dentro, si habían aprendido algo de lo que venían viviendo, si habían procesado sus enseñanzas; tal vez, un: cómo estáis situados, qué hemos aprendido juntos, cómo veis el proyecto de vida que vamos desarrollando juntos, qué creéis que estamos haciendo; es decir, pregunta que se haría cualquier responsable de un proyecto; todas cuestiones necesarias, para madurar y también para nosotros, conocer con cuánta verdad seguimos a Jesús, conocer en profundidad a quién estamos siguiendo. Si no conocemos cuál es el camino de nuestra vida, empezamos a caminar por el camino de los demás, y eso nos empequeñece, nos niega nuestra existencia, por lo que el seguimiento de Jesús obliga al discernimiento, imposible hacerlo por automatismos, o dejarse llevar. Les preguntó para probarlos, “para probarlos”, porque sin tocar el corazón no se despliega la experiencia y Jesús preparaba algo grande. El punto de partida en la experiencia del magisterio de Jesús es siempre el diálogo. El diálogo desde las necesidades de la vida, desde la experiencia y el florecimiento de la misma. Este evangelio que tiene de protagonista la comida   es por ello  fundamentalmente de comunicación y de construir la  convivencia humana.

Para cinco mil hombres no hay panadería que se precie, “Doscientos denarios no son suficientes para comprar pan para todos” le contesta Felipe. ¿Les sitúa Jesús a Felipe y Andrés ante un imposible? ¿Ante una quimera?  Aunque hubiera panaderías,  no habría pan para tantos ¿Qué querría despertar Jesús en su corazones con esa pregunta? ¿Con qué quería confrontarlos? ¿Les estaba enseñando cómo prepararse para el banquete? Les estaba preparando tal vez para un gran descubrimiento, el dinamismo del reino de Dios.  La pregunta que hace Jesús lleva implícita también la cuestión de cuánto nos importa la gente de nuestro alrededor. No sólo quiere Jesús que aprendan, sino que busquen la respuesta moral y ética a su pregunta, y vivan esa experiencia.  Tal vez no es cuánto, sino cómo nos afectan sus problemas. Porque a Jesús le importaban mucho, le afectaba de forma que quería buscar soluciones. De lo que le importaban los seres humanos y el destino de ellos, de eso estaba tejida su vida. En definitiva las necesidades de la gente, y la gente, nos tienen que importar de forma práctica, para prepararnos para el banquete del Señor. Nos sentimos afectados en la medida que desarrollamos una disposición a situarnos con ellos, con sus búsquedas, sus sentires y padecimientos, tenemos que ser parte de las búsquedas de todos los hombres y mujeres.

Ha pedido un imposible Jesús a sus discípulos, pero no parece que sea para que lo resuelvan comprando pan; sino para que con lo que tienen hagan posible la comunión humana. ¡¡Con lo que tenemos!! La pregunta de Jesús no es una pregunta culpabilizadora ni tramposa, es una pregunta de resolución, por tanto de apertura a la imaginación, a la creatividad; y de responsabilidad. También para abrirles el corazón porque la palabra de Jesús es alimento en la boca, es vida para el corazón de mujeres y hombres. No son amenazantes ni punitivas las preguntas de Jesús .Son preguntas que  facilitan entrar en la vida, son posibilidad, y  sobre todo enseñan a saborear y escuchar, porque

“aunque atentos  miramos y escuchamos,

Comprendemos muy poco

De lo que vemos o que oímos “   (Eloy Sánchez Rosillo)

El mundo está lleno de la grandeza de Dios aunque no lo veamos En tiempo de desilusión y desencanto, aún es posible la esperanza.

La pregunta  es abrir puertas a la libertad, a sentir cómo estamos,  cómo vamos construyendo significado en nuestra vida. La pregunta abre al diálogo, abre al respeto, abre al crecimiento. En oposición al modelado o al autoritarismo que no se hace preguntas. Jesús quería discípulos en crecimiento participando del proyecto de Dios, no quería seguidores serviles. Jesús siempre pregunta, pero esta vez metiéndose él en la acción, haciéndose él parte también de la respuesta “¿dónde compraremos pan?” El suelo firme de la enseñanza de Jesús está en el compromiso con la vida de los seres humanos

Preguntar significa libertad. Interiorizamos la palabra libertad como algo binario, o dicotómico, limitado a hacer o  no hacer algo, como si fuera exclusivamente una cuestión de tomar decisiones. La libertad de Jesús, la que ofrece, a la que nos invita, va mas allá de hacer lo que se desee, de poder hacer o no hacer, es una atmósfera, es una experiencia donde vive Él, es una forma de vida. Libertad absolutamente necesaria para vivir el milagro  de la comunión humana, la comunión universal, la comunión cósmica, que sin respeto  a los demás, sin generosidad, sin compasión  no se puede vivir y era para lo que los estaba  preparando Jesús a sus discípulos. Les estaba preparando para poder gustar “el sabor” que se desprende cuando se comparte la vida, lo que tienes, y sobre todo el sabor que todas las cosas comparten, les estaba adentrando en la universalidad de Dios.

“Doscientos denarios no son suficientes responde Felipe, para dar de comer a tanta  gente”. Jesús pregunta con determinación y Felipe responde con la insolvencia. El dinero que tenemos no es suficiente. Siempre a las preguntas hay muchas formas de responder, pero Felipe intenta cerrar con pragmatismo los anhelos de Jesús, sin intención de resolver el problema ni buscar alternativas, porque el problema para Felipe es el dinero, del que cree que  puede comprarlo todo. Jesús pregunta para que abran los ojos porque lo que propone Él no está inserto en el orden de cálculo ni el orden  monetario; el dinero no resuelve todos los problemas de la vida ni siquiera el de dar de comer a todos los seres humanos, porque hay suficiente dinero pero falta determinación para que coman todos. El dinero te puede alejar de la vida y convertir en un mero entretenimiento, en un consumismo insaciable, en una abstracción, en un número, y el único culto que admite es el del éxito. Este evangelio invita a recuperar la realidad humana como centro de nuestra experiencia vinculada a hechos y cosas, al abrigo de abstracciones como progreso crecimiento, y su correlato que es el consumismo. Hoy desgraciadamente, la autoridad social ha sido sustituida por la especulación financiera; en tiempos de Jesús las necesidades humanas no eran asunto de la experiencia social ni religiosa. Para Jesús si lo eran. Felipe tiene que preparar el corazón  para ver y entender lo que le dice Jesús pues los ojos no ven si el corazón no se abre.

Nuestras palabras delatan nuestra hambre, y el hambre de Felipe estaba lejos del hambre de Jesús. No es fácil entrañar el proyecto de Jesús, ni es fácil entenderlo. Felipe no quiere liberarse del sistema explotador y lo que ha dejado atrás que son la causa de la injusticia y del hambre. Al final no compran pan, la vida no puede estar determinada  exclusivamente por el sistema económico, por el consumo. No hay panaderías suficientes, le dice Felipe, ni siquiera es consciente de la impotencia y desinterés con el que habla, ni lo ciego que estaba para explorar nuevas posibilidades, más bien manifestaba despreocupación por los intereses de Jesús,  escepticismo, y le responde  como un contable chato y un  pragmático ciego e insensible… Con una forma de ver la vida francamente desviada de los intereses de Jesús, ¡¡pero siguió con El!!  A pesar de todo. El sentimiento de insuficiencia y fracaso acompaña muchas veces nuestra vida, y son el alimento de nuestra falta de compromiso. Felipe le puso precio al deseo de Jesús. Pero supo seguir con Él. Jesús invita una y otra vez a no quedarse en la superficie de las cosas, de la vida, da oportunidad a todos, también a nosotros ahora porque El evangelio termina por revelarse, es decir actualizarse en cada vida y desvelar cada vida hasta que ambas se encuentren

¿Qué sintió realmente Felipe cuando Jesús le planteó esa idea de comprar y comer juntos?  ¿Estupor, desconcierto, escepticismo…?  ¿Qué captaban ellos de la visión y la amistad de Jesús? ¿Qué pregunta nos estaría, haciendo, nos hace hoy Jesús a nosotros en una crisis pandémica, social y religiosa? Felipe había visto milagros, pero parece que eso no es suficiente y es que los discípulos como ahora nosotros, lo que aprendían lo fagocitaba su mentalidad que estaba anclada en sus aprendizajes previos, estaban en el Antiguo Testamento y no querían salir de él, o no sabían.

Doscientos denarios y cinco mil hombres; ciertamente no se puede comprar pan. Pero ¿se puede hacer otra cosa? Lo opuesto a lo racional no es lo irracional. El binarismo  de los conceptos es un problema para ver con perspectiva y encontrar respuestas. Tal vez tengamos que abandonar con Jesús nuestro sistema de medidas, cuentas y méritos, y nuestra forma de responder de forma binaria a los problemas, viendo sólo dos caminos. Es difícil despegarse de tanto sedimento como se ha ido  depositando en nosotros en nuestra vida, y volver a la novedad de Jesús, al corazón.  Estaba claro que los discípulos estaban dentro del proyecto de Jesús,  los consideraba parte de él, pero seguían con los ojos en el A.T. o más bien con un ojo en el A. T. y otro en el proyecto de Jesús. Jesús pretendía enderezar la visión de los discípulos ¿Qué le inquietaba a Jesús de sus discípulos? Para Jesús sus discípulos no eran una comparsa ni espectadores ni sus sirvientes, eran participes en el  proyecto de Dios. ¿Por qué nos pone el evangelio en el punto de mira  de esta pregunta? Nos revela al Maestro. A un gran Maestro. Preguntar es una forma de no imponer a los demás. La pregunta es una apertura, una puesta a punto de  que van en la misma dirección, y que tienen interés compartido, es una invitación también a introducir en las relaciones una Benevolencia. Jesús podría preguntar para ver el eco que tenía en ellos la vida que llevaban. Hoy, muchas veces, nos presentan el evangelio como un eco de entonces, pero el evangelio no es el eco de las palabras de Jesús, es la palabra viva dispuesta a vivir en nosotros

 

La pregunta de Jesús es una invitación para sacar los ojos de los bolsillos y tus propias y limitadas apreciaciones, cuando pregunta Jesús ilumina también nuestros prejuicios. Parece una pregunta sencilla la de Jesús, pero es profundamente más honda porqué sitúa a los discípulos ante los dinamismos del propio poder y de cuánto les importa lo que le preocupa y ocupa a Jesús. La pregunta  no era sólo un interés teórico de conocimiento, porque de sus respuestas creó la base del milagro, la pregunta denota que Jesús no quiere ni sumisión  ni obediencia.

Probar es descubrir el sabor. Jesús con ese sabor a impotencia, a escepticismo, a falta de imaginación y de disponibilidad de sus discípulos hizo el milagro. Una gran esperanza para nosotros. En el magisterio de Jesús, la actitud no es obediencia, es disponibilidad. La disponibilidad abre la esperanza, abre la creación, abre la abundancia, aquí la disponibilidad del muchacho: “de cinco panes de cebada y dos peces dio de comer a  cinco mil hombres”. El eje de la obediencia se desplaza a la disponibilidad,  el eje de la sumisión y complacencia se desplaza al eje de la responsabilidad. Se ha creado un cultura del sometimiento y obediencia a la autoridad,  a la jerarquía, incluso  como valor de santidad, que está bien lejos de las relaciones que desarrolló Jesús con sus discípulos, que nada tienen que ver con la infantilización de las relaciones que ocurren con la obediencia ciega y la sumisión, además de lo pernicioso del culto a la jerarquía. La disponibilidad te pone en el horizonte de ir dando respuesta a la vida y desarrollar la libertad.

Comer es un acto moral, no sólo nutritivo y cultural. Es bueno preguntarnos en esta civilización de la sobreabundancia ¿con qué costes humanos comemos? En este evangelio se subraya que hay cosas que no se  compran con dinero o su equivalente monetario. El pan  de cebada encierra en este evangelio todas las cosas que no se pueden comprar. Nos acercamos  a Dios muchas veces con  criterios mercantiles o de trueque. A veces pensamos que se puede comprar a Dios, o la compañía de Jesús. Creo que los méritos, hacer méritos, o entender el bien como mérito, es una forma mercantil de relacionarse con Dios. Pero hay algo más y muy importante en este evangelio con este milagro en el que hace fecunda la pequeñez, la escasez  y nos afecta a nosotros, el riesgo de la misión confiada por Cristo a sus discípulos se llama pobreza, se llama pequeñez, los signos que hagan sus discípulos, lo que desarrollen de ahora en adelante, no pueden prescindir de la pobreza de los recursos y medios utilizados, como expresión concreta de la grandeza de todo lo que el evangelio y la misericordia de Dios pueden hacer. No necesitan medios humanos adecuados y llamativos, (bastaron 5 panes y 2 peces para dar de comer a 5000) la fuerza debe  estar en el evangelio y no en los medios utilizados. La evangelización debe ser pobre, porque de la pobreza surge aquí el milagro. Y este milagro nos dice  que el Reino de Dios puede brotar dónde no se esperaba que  nada creciera. “Cinco panes dos peces y un muchacho” Dios tiene pasión por lo pequeño; me escandalizo profundamente, ahora que está en la noticia, de  quienes quieren mantener los ritos y la liturgia de la Eucaristía llena de pompa boato y parafernalia, celebrantes travestidos de oro, púrpura, incienso, bordados y puntillas, desapegados de la oración del pueblo de Dios, a quien le sitúan en el horizonte de su trasero, en las iglesias. No buscan a Dios ni evangelizar, buscan dar culto a su supremacía, su poder, su soberbia y llenar de vanidad, magia y boato el templo. Este milagro que se narra en este pasaje  esta consagración de la convivencia humana y del pan, la exaltación de lo pequeño, lo hizo Jesús  fuera del templo, marcando una gran distancia con los sacerdotes de su tiempo. Me escandalizan igualmente los obispos y cardenales  que aseguran su vida  y sus jubilaciones con estilos palaciegos con el dinero de todos los creyentes. Un anti testimonio clamoroso.  Nada que ver con Jesús de este evangelio que nos dice  que en lo pequeño, en lo ínfimo está el infinito. Ya se desplegará si sabemos  sentir y mirar con Jesús.

Los obispos que en su última reunión se lamentan de que :»es muy difícil evangelizar ahora que han desaparecido en España los valores cristianos, y no hay una cultura cristiana»; además de llenarme de perplejidad  y estupor  lo que dicen, pienso en Madeleine Delbrêl, mística de la vida cotidiana  y a ella me gustaría remitirlos, que evangelizó en un contexto comunista , de no creyente, encontró a Dios en todos ellos y tenía entonces una respuesta para nuestros obispos, hoy: ” Nosotros estamos enraizados en el mundo, caminamos por rutas que el evangelio no necesita prefabricar porque son las mismas rutas por las que caminan, penan, sufren y se desesperan los hombres. Estamos vinculados a lo que ellos viven, a lo que soportan, a lo que les alegra”. ” Hay que Salir a sus calles estar en sus plazas” “Si la fe no pudiera vivirse dónde no ha sido anunciada sería absurda”

Atender, escuchar, acoger: hospitalidad. Jesús es amor desde el que se perfila otra humanidad, antepone claramente el repartir, al dinero, en esa experiencia de convivencialidad y comensalidad que se ha producido en este milagro, en ese flujo de relaciones que bendijo Jesús. El dinero que también es un flujo, es una falsa conexión, reduce a moneda a sujetos, objetos, y experiencias, por tanto una dificultad para la convivencialidad y la comensalidad

El dinero que es un bien imprescindible para vivir no marca la dirección en los seguidores de Jesús. Este evangelio  le plantea al dinero grandes preguntas y desafíos, porque claramente Jesús pretende liberar al hombre en este milagro del dominio del dinero y su poder a través de las relaciones de convivencialidad, y la experiencia de generosidad y gratuidad que pone en marcha. Una buena pregunta para nosotros es ¿De qué forma nos define el dinero? ¿De qué manera  marca el tener o no tener dinero? son unas buenas pregunta para saber quiénes somos realmente. La vida no se puede reducir al dinero, y lo hacemos de muchas formas. Tampoco podemos olvidar que es necesario para vivir. Pero el dinero hoy, establece unas relaciones de dominio  poder, y de banalización de la vida, y Jesús prefiere rendir tributo al trabajo: el pan hecho posiblemente por una mujer, la madre del niño. Celebrar la generosidad del niño y anteponerla  como fuerza movilizadora al dinero, rinde tributo al compartir, nos muestra la pasión de Dios por lo pequeño y casi insignificante, que va a ser la piedra angular de la nueva vida, un canto a la grandeza de la posibilidad humana. Más allá del ego, del interés como fuente de una conciencia nueva,  estaría bien no centrarse en el dinero y todo lo que le rodea, y así tener la posibilidad de adentrarse en un interés más profundo. El verdadero amor es siempre apertura, don, comunicación desbordante. Es decir que no permanece en sí mismo, se comunica y se extiende a sus criaturas, esto nos dice este pasaje sobre el amor de Dios y sobre el amor humano. Nos invita a saber mirar y ver más lejos de lo que somos, de nosotros mismos a atravesar la realidad para que salga su perfume, a no quedarnos en la superficie de las cosas, ir mas adentro, más lejos y escuchar la vida, atentos, muy atentos.

 Jesús con anterioridad les había dicho  a sus discípulos “os enseñaré cosas más grandes para que os maravilléis también vosotros”  y aquí en este milagro estaba Jesús cumpliendo su palabra.

” Por eso mi corazón te alabará sin parar, Señor, Dios mío, te alabaré por siempre”

NOTA.  La ilustración es una pintura de María Doval, y se titula “Esperando el amanecer”

 

 

[1] Juan 6,1-15

Da de comer a cinco mil

                                                                                                                   

Después de esto pasó Jesús a la otra orilla del lago de Galilea –el Tiberiades-. Le seguía un gran gentío, pues veían las señales  que hacía con los enfermos. Jesús se retiró a un monte y allí se sentó con sus discípulos. Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos. Alzando la vista  y viendo el gentío que acudía a él, Jesús dice a Felipe: -¿Dónde compraremos pan parta que coman éstos? –lo decía para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer-,

Felipe le contestó:

-Doscientos denarios de pan  no bastarían para que a cada uno le tocase un pedazo.

-Uno de los discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dice:

– Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes y dos pescados; pero ¿qué es esto para tantos?

-Jesús le dijo:

-Haced que la gente se siente.

Había hierba abundante en el lugar. Se sentaron. Los varones eran cinco mil. Entonces Jesús tomó  los panes, dio gracias a Dios y los repartió a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados: dándoles todo lo que quisieron. Cuando quedaron satisfechos, dice Jesús a los discípulos:

– Recoged las sobras para que no se desaproveche nada.

Las recogieron y, con  los trozos de los cinco panes de cebada que habían sobrado a los comensales, llenaron doce cestas. Cuando  la gente vio la señal que había hecho, dijeron:

-Éste es el profeta que había de venir al mundo.

Jesús, conociendo que pensaban venir para llevárselo y proclamarlo rey, se retiró de nuevo al monte, él solo.

 

 

 

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