Se mecen las uvas, se mecen las rosas
El carro vivo
Prendido en mi alma
Se ha quedado.
Se ha quedado aquel carro
Que pasa por mis ojos
Tan hondo,
Que tengo que mirar adentro.
Cuando pasa luminoso,
Sembrando uvas
Pámpanos y canciones
Con el azul del sendero
Rueda en mi corazón.
Atraviesa con cálidos crujidos,
Camino de álamos de sabrosas hojas
Espinos maduros;
Alguna casa sestea a lo lejos
Con rumor de acacias.
Más cerca, un laurel
Con flores recogidas.
Cada vuelta de rueda
Es una canción morena;
Se mecen las uvas
Se estremecen las cestas
Despertando los sueños
Floreciendo los deseos.
La yunta cencerrea lenta.
La vida no se puede beber de un sorbo.
Un ramillete de rosas
Con sus risas
Coronan el carro.
El sol dora mi piel
A trozos de camino
Emborracha las uvas.
Un sol de acento dulce
Recorre los nervios verdes
De las adolescentes que cantan, cantan
Curiosamente a la luna
Mitigante de dolores
Germinadora de sueños.
No hay cánticos para el sol
Que nos viste su caricia;
Un sol rojo de dulzura
En aquella atardecida.
Su luz es poesía que rueda,
Las manos pampanean
Y entre las uvas y cestas
Se confunde el relumbrar del sol
Con la claridad y confusión de los años.
Y cantan y cantan,
Quizá para exorcizar a sus sombras
Quizá, iluminar sus almas.
Como el jugo de las uvas
Beben de sueños
Beben de alegría verde
De pámpanos y majuelo.
Ríen, palpitantes sus vestidos
Cargados de memoria.
Se mecen las uvas
Se mecen las rosas.
Las ruedas en cantar sonoro
Prolongan el tiempo de la vendimia,
El jugo que subirá por sus tallos
Hará cantar a la vida
Y temblaran de emociones.
Alguna duerme, acurrucada en sus sueños.
Al carro le arrulla el alma.
Algún suspiro.
Otras vuelven sus ojos
En dolorosa desorientación
Dejando la luz desamparada
Mirando sus jazmines blindados.
Una hoja de parra despertando
Entre sus piernas
De sus manos, escapando alondras inocentes
A las estrellas abiertas y a los besos.
Con collares de emociones,
Cantan invocando la noche
Cuando está el sol
Fruto herido de su edad:
Volver el día en noche oscura.
Por fuera se abre el ramaje de la tarde
Entre cortinas de luz dulce.
Cruzan las aves hasta el sol de los cielos
Y en su fiesta de membrillos nos invitan.
Abajo el río nos despide
Como culebra debajo del puente,
Nos deja su perfume
Con su delicado son,
Olor a río y peces.
Nos convida al silencio
En las cestas de las uvas,
Nos deja su alma.
El puente solo es un paso,
Es para pasar debajo del cielo.
La memoria del majuelo
Nos alcanza.
El carro medita
Camino de la tarde,
El escarlata paso del sol
El tiempo dora,
La risa de la vida nos besa
Su fruto acompañará el invierno,
Su memoria aletea
Perfuma
La yunta cencerrea lenta
Sembrando silencio
En racimos de vida eterna
Las ruedas, en su cantar redondo
Se deslizan por mi alma
La yunta lenta
Su luz enciende otra viña
Prolonga el tiempo de vendimia
Oigo el canto de la vid
Que lleva dentro
En pos del sarmiento
Buscando el racimo
Que va conmigo.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!